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Foto del escritorDaniel González

Castilla y León ¿Es vida?

Hay pocas tierras que tengan tanto patrimonio como Castilla y León. No será por falta de extensión. Pero lo que tiene de grande, le falta de vida. Cuando los pueblos empiezan a envejecer, cuando las piedras desgreñadas, los desgastados ladrillos de adobe y las empobrecidas vigas de madera empiezan a invadir el paisaje de comarcas enteras, significa que algo está pasando.


Ruinas del convento de Mazariegos en Piña de Esgueva
Ruinas del convento de Mazariegos en Piña de Esgueva

Ahora con la campaña electoral, a todos los partidos de la comunidad –incluso al partido gobernante del PP- se les ocurre denunciar la mala situación de numerosos pueblos que a poco están de convertirse en ruinas de la historia e introducen medidas para enfrentarlo en sus programas electorales. Todo ello aunque parezca oportuno (no deja de ser una de las características de nuestra democracia) introduce de nuevo en el debate una de las mayores emergencias de la comunidad castellano-leonesa.


Fruto de ese debate, surge la soberbia. La ministra de Agricultura y Medioambiente, Isabel García Tejerina, afirmó por una pregunta del PSOE sobre la despoblación de Castilla y León en el Congreso Nacional que “se han asignado 330 millones de fondos europeos Feder (Fondo Europeo de Desarrollo Regional) para afrontar los desafíos demográficos y que el sector agrario de Castilla y León recibirá 7.200 millones para ganar en competitividad” y culpaba al gobierno de Zapatero de ineptitud durante su gobierno.  Una respuesta completamente vacía, sin alma, que refleja sin duda el desconocimiento de una realidad.

Pueblo abandonado de Villacreces en Tierra de Campos (Valladolid)
Pueblo abandonado de Villacreces en Tierra de Campos (Valladolid)

Que se pasee por los humildes pueblos montañeros de Soria, por los infinitos campos de cultivo salpicados por pequeñas poblaciones, que es Tierra de Campos; que agudice los sentidos en su paso por las maltrechas carreteras comarcales y observe en su plenitud las numerosas ruinas de monasterios y castillos, testigos de un patrimonio en lista roja… que visite Villacreces, Honquilana y otros muchos pueblos abandonados de nuestra geografía.


Pero la despoblación no deja de ser una consecuencia de la falta de futuro en un mundo rural lejano de las grandes urbes. Una nueva estructura empresarial, empleo, reconstrucción, políticas de repoblación, explotación del turismo rural y esperanza es lo que necesitan los pueblos de Castilla y León. No subvenciones que lo único que hacen es retrasar el inevitable final.



Algunos durante los fines de semana primaverales y los calurosos veranos visitamos aquellos frágiles rincones, porque creemos que pese al abandono aún conservan una belleza natural y una historia digna. Te encuentras con ruinas o edificios a punto de ceder al tiempo, pueblos con un pintoresco paisaje que conservan esa esencia rural pese a las circunstancias. Pero con frecuencia las tierras ofrecen sorpresas y curiosidades que no descubrirás en los grandes destinos turísticos. Aparecen la tradición, la cultura y el patrimonio de pueblos como Urueña (Valladolid), Pedraza (Segovia) o Candelario (Salamanca) o la gastronomía y los productos típicos en las Denominaciones de Origen de vino, ajos… las múltiples carnes cocinadas en hornos de leña…


Hace apenas un mes me topé con una interesante noticia, el Hotel Abadia Retuerta LeDomaine, que se sitúa en la vertiente vallisoletana de la Ribera de Duero, había sido seleccionada por el New York Times como uno de los hoteles más acogedores de Europa. Un lugar “que te hace sentir como en casa” gracias a que aprovechó la situación de una abadía medieval para nutrirse de un ambiente tradicional, hermoso y relajante  que atrae al turismo más lujoso.


Una alegría sin duda, fruto de una política de rehabilitación que ha funcionado. Pero la desdicha sigue existiendo. Este hecho no debe eclipsar a la pequeña abadía que no corrió la misma suerte y que día a día se ensombrece por las alargadas sombras de salvajes árboles y de un clima gris basado en la pérdida de la identidad y la historia que nos definen.


Existen buenas políticas o buenos proyectos que reavivan la esperanza, el Castillo de Peñafiel con su Museo del Vino, la Villa del Libro en Urueña o el simple ímpetu de unas autoridades locales que tratan de conservar la pureza rural de sus municipios. Pero no dejan de ser pequeños brotes verdes que asoman solo por el olvido de otros muchos lugares que perviven a duras penas.

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