Villagarcía es un pueblo de contrastes. Te puedes encontrar con magníficos edificios que no crees que puedan situarse en una villa aparentemente tan pequeña; pero por otro lado también goza de un patrimonio en ruinas que palidece con el tiempo. No obstante, aún se atisba un pasado glorioso, digno de las más históricas urbes.
Situado en la desembocadura que los Montes Torozos hacen en Tierra de Campos, Villagarcía se originó hacia el siglo X con la colonización de estas tierras. Pero su esplendor lo vivió, al igual que la Ciudad de Valladolid y provincia, en el Siglo XVI, con el reinado de Carlos V y Felipe II. El mayordomo de este último, Luis Méndez de Quijada, debido al aprecio que el rey le tenía, confió la educación de su hermano Juan de Austria en esta localidad, concretamente en el desaparecido palacio de Quijada. La educación del hermano del rey, conocido popularmente como “Jeromín”, confirió a la villa de cierta importancia durante este siglo, dotándola de un patrimonio religiosos de alto valor.
Con la muerte de don Luis, su esposa Magdalena de Ulloa fundó la Colegiata de San Luis, considerada en la actualidad como uno de las más importantes escuelas de la compañía de Jesús. El templo del siglo XVI, es un edificio renacentista de grandes dimensiones y construido enteramente en piedra. En el exterior disfruta de una bella fachada y amplia escalinata, así como en el interior se guarda un retablo mayor diseñado por el famoso imaginero Juan de Herrera. Magdalena de Ulloa también fundó en el municipio un hospital en el mismo siglo que desapareció tras un incendio.
Otro de los edificio destacados de Villagarcía de Campos, es la Iglesia se San Pedro del siglo XV, construida en piedra y en ladrillo, con torre mudéjar y fachada renacentista. En su interior alberga dos valiosas esculturas: un Ecce Homo de la escuela de Gregorio Fernández y un bajorrelieve de Juan de Juni en el que se representa a Cristo descendiendo en la Cruz.
El conjunto patrimonial de la villa lo completa las ruinas del Castillo-Palacio de Doña Magdalena de Ulloa que data del siglo XIV, del que todavía se puede imaginar su antigua envergadura, configurada en la actualidad por una despedregada torre del homenaje y las dos puertas de acceso, una de ellas introducida por un puente levadizo. El pasado ilustre de la localidad se hace visible con las numerosas casonas señoriales extendidas por sus calles, que enseñan al viandante sus ornamentados blasones de piedra.
Villagarcía, es de esos pueblos que parecen más grandes de lo que son, que son más importantes de lo que parecen. Su pequeña figura que se entrevé desde lo alto de las murallas de Urueña, todavía demuestra una cierta relevancia histórica y artística, que no debe pasar desapercibida, pues el esplendor de un pasado no tiene, ni debe significar, decadencia en un futuro. Y este humilde municipio con sus luces y sus sombras aún desprende ese aire ostentoso y castizo que tanto embellece un pueblo.
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