En pleno Valle de Esgueva, sobre uno de los numerosos páramos que pueblan la comarca, se alza una de las localidades más singulares de la provincia vallisoletana. La armonía es su epíteto, por sus monumentos tan castellanos, su ubicación, el sosiego de sus calles, sus miradores y su historia. Juntos hacen un todo. Su nombre: Villafuerte de Esgueva
Villafuerte es uno de esos pueblos que embelesa el sentido de la vista con un simple vistazo desde la lejanía de los campos que la rodean. Pero también es aquello que no tiene y no se ve, lo intrínseco de los detalles que podrían pasar desapercibidos para los forasteros. Simples objetos como un banco escondido bajo el poste de una farola en el borde de una pendiente invitan a los mas intrépidos a ver más allá de las lindes del municipio, a contemplar ese valle tan dócil como la villa que ocupa.
Un pueblo antiguo, con un antiguo nombre. Velosillo se llamaba hasta a mediados del siglo XV, aunque su ubicación, más cercana al Río Esgueva, no es la misma que la actual. Su posición en lo alto del cerro le otorga un predominio sobre el valle, presidido por el esbelto castillo de piedra que encumbra la villa y la fortalece. En la Edad Media contaba además con murallas que rodeaban el poblado, debido en parte a su importancia estratégica por el control de las rutas comerciales que seguían al río.
Los Franco de Toledo, una adinerada familia de judíos conversos, fueron los que edificaron el castillo actual, gótico del siglo XV. Bien conservada su estructura original, la fortaleza medieval de planta cuadrada, cuenta en una de sus esquinas con una alta torre de homenaje de cinco plantas a las que se accede por una escalera de caracol. Dos de estas plantas están abovedadas con piedra tallada.
Completa el patrimonio local la parroquia de estilo románico de la Santísima Trinidad del siglo XII, uno más de los antiguos templos que pueblan las comarca de Esgueva y Cerrato, y que conforman una red única en España desgraciadamente menospreciada por foráneos y vecinos. El templo de Villafuerte atestigua un maltrato arquitectónico con edificaciones de construcción nueva anexionadas a la estructura y una conservación mal cavilada, que pese a todo, todavía deja pequeñas pistas de lo que fue, como su portada románica con arquivoltas. Para más inri, antiguamente poseía un artesonado de madera sustituido por uno mudéjar, el cual fue traslado posteriormente al palacio de Pimentel en Valladolid, sede de la Diputación de Valladolid.
Sin duda, uno de los platos fuertes del caserío son las deslumbrantes vistas de sus miradores al susodicho Valle de Esgueva, salpicado de pequeños pueblecitos que como Villafuerte viven amenazados por la despoblación en un valle que por humilde se ha dejado olvidar, y con él, los muchos escondites que en su largo viaje oculta.
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