¿Por qué gusta tanto la vida en el medio rural? ¿Por qué cada vez más personas abandonan la ciudad y vuelven a sus pueblos?
Quizás para nosotros, personas jóvenes que han vivido toda su vida rodeadas de grandes edificios, centenares de tiendas, ruido y contaminación, no exista una respuesta clara. O si nos la dan, no sepamos entenderla. Quizás es porque tienen encanto. Y no un encanto cualquiera, sino uno de esos que te atrapa. Aquello que nos atrapa, acabamos convirtiéndolo en nuestro hogar. Y esa es la cuestión. Un hogar es un hogar. Ya sea en la ciudad más grande o en el pueblo más pequeño del mundo. Aquí es donde aparece Villafrechós. Un municipio vallisoletano con más de 500 habitantes. Para ser exactos 546, donde hombres y mujeres, jóvenes y mayores conviven con la tranquilidad que ofrece el municipio.
Villafrechós es historia. Una historia que ha quedado reflejada, por ejemplo, en sus edificios. Remontemos en el tiempo hasta la época de los reyes de Castilla. El edificio del Real Monasterio de Santa Clara fue usado como palacio para estos y posteriormente para Doña Urraca de Guzmán, señora de la Villa. La Iglesia fue construida en piedra, ladrillo y sobre todo tapial con algún aglutinante especial, que lo hace consistente. En la actualidad, se encuentra en muy buen estado, debido a las grandes reformas y remodelaciones hechas en los últimos tiempos. Pero en gran medida, por el esfuerzo y buen hacer de las últimas abadesas.
Y es que al caminar por las calles de la localidad, se puede apreciar además una gran variedad de Escudos en las fachadas, así como edificios que conservan fachadas antiguas que marcan el paso de la historia en Villafrechós.
Donde hay vida, hay esperanza. Y agua. En Villafrechós son numerosas las fuentes, abrevaderos y pozos que existen. La gran importancia que tuvieron en el pasado para sus gentes, contrasta con la falta de uso y lo poco cuidadas que están en la actualidad. De esta forma, nos podemos encontrar con la fuente del Camino de Cabreros, construida en 1878 y restaurada en 1920. Era utilizada por las personas que se iban de un pueblo a otro, para calmar la fatiga y el calor.
En la misma línea se ubica la fuente del Caminante o de la Carretera Barcial. A ella acudían las personas que viajaban al pueblo vecino, principalmente cuando acudían al mercado que se desarrollaba en Barcial. La última de las fuentes recibe el nombre de Zalengas, pues es la única construcción que hay en el lugar donde en el siglo XII existió el pueblo de Zalengas. Por último, el Pozo de Curieses alberga también una gran historia. Antiguamente, existió un poblado cercano a Villafrechós y que se llamaba Coreses. En la actualidad, es lo único que queda del asentamiento.
¿Y la cultura? ¿Las tradiciones? ¿Las fiestas? No podemos olvidarnos de ellas. A partir del año 2008, gracias a una lucha para que el pueblo volviera a disfrutar de las fiestas que tanto se añoraban, se recuperó la fiesta de la Vaca Enmaromada. En ella, numerosas personas participan, ven o disfrutan de las actividades de la localidad. Organizadas durante los días de las fiestas patronales en honor a la Virgen del Cabo, en septiembre.
Otras fiestas, dignas de mencionar son las de San Isidoro (patrón del municipio) y San Isidro (patrón de los agricultores). A ellas se suman las del Día del Rosario (de la cofradía de Pastores), San Antón (de los quintos), Santa Águeda (de las mujeres) y Santa Clara (de las Hermanas Clarisas).
Como os decíamos, un hogar es un hogar. Pero muchas veces, la vida moderna nos desborda con su ritmo alocado. La respuesta es sencilla: pasar unos días en Villafrechós nos da la oportunidad de dar a cada cosa su tiempo. Ir sin prisa, pero sin pausa.
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