Esta localidad zamorana de tan icónico nombre, también bautiza un famoso vino tinto. Pero más allá de lo que se puede saborear, los monumentos y calles de Toro son un placer a la vista y un viaje por la historia medieval y moderna, cuando el municipio pasaba por su etapa de mayor esplendor.
Que Toro es una ciudad histórica y monumental no cabe duda, pues sus muchos conventos e iglesias, sin olvidar su arquitectura civil y popular, son testigo de la importancia de este municipio desde el siglo XII al XVI. Un rico y valioso patrimonio que le ha valido la merecida declaración de Conjunto histórico-artístico.
Qué ver de Toro: un verraco, un alcázar, un joya románica y mucho más
Las huellas de la historia de Toro son palpables, tanto en los más simbólicos edificios, destacando la joya románica de la Colegiata, como las pequeñas iglesias o rincones que pueden pasar desapercibidos. Todo ello, sin olvidar la obligada pausa para saborear los productos de la tierra con una buena copa de vino tinto que ofrecen gustosamente y con orgullo sus muchos restaurantes y tabernas.
El verraco de Toro, el símbolo llegado de la antigüedad
Los primeros vestigios de ocupación humana sobre estas tierras, señalan hacia el primitivo asentamiento vacceo de la "Arbocala", de cuya época procede la escultura de granito denominada como el Verraco, que fue hallado en la ciudad por los repobladores cristianos, y que para muchos es el origen del nombre del municipio.
No obstante, las huellas dejadas por los romanos, visigodos y musulmanes son escasas, y la ciudad que hoy conocemos no empezó a formarse hasta la repoblación del Valle del Duero, que trajo habitantes de diferente procedencia, desde mozárabes a mudéjares, como gentes venida del norte de la península.
Esta etapa se observa en su patrimonio en las edificaciones más antiguas, como el alcázar que domina el valle de Duero desde lo alto de la loma sobre la que se asienta el casco antiguo del pueblo. Y es que esta situación privilegiada no es por casualidad, pues Toro ocupaba una posición estratégica en la frontera entre cristianos y musulmanes. Motivo este, de que la ciudad se convirtiera en un relevante bastión y que creciera rápidamente durante toda la Edad Media.
La colegiata de Santa María la Mayor, una sensacional joya del románico
A partir del siglo XII la ciudad se convirtió en un centro de poder político, religioso y militar, que transformó buena parte de morfología urbana, y que supuso la construcción de la Colegiata y joya de la corona de Toro. Inspirada en la Catedral de Zamora, este templo es uno de las más características construcciones románicas, destacando su precioso cimborrio y la portada norte de la iglesia, formada por diferentes niveles de arquivoltas bellamente decoradas.
Pero más allá del estilo románico, de este templo también destaca el conocido Pórtico de la Majestad, de estilo gótico y que conserva su policromía original.
También románico, es el puente que podemos ver desde un mirador próximo a la Colegiata, con su portentosa estructura de 19 arcos y de sillería de piedra que cruza el río Duero en la parte baja de la localidad y con orígenes romanos.
El esplendor Toresano y el despegue de sus viñedos
A partir del siglo XIII es cuando la ciudad toresana comienza su etapa de mayor pujanza, abandonando paulatinamente su función militar en favor de una pujante economía y comercio, del que se benefició especialmente su vino, que como apunte curioso fue la bebida que acompañó a Colón y su tripulación en su Descubrimiento de América en 1492. Unos vinos de gran personalidad que, aunque han ganado mayor fama recientemente, se remontan a época romana, y han sido mencionados por conocidos literatos como Góngora o Quevedo.
De este esplendor en plena Edad Media, surgieron múltiples iglesias y monasterios como el de San Ildefonso o el de Sancti Spiritus el Real, así como hospitales, viviendas señoriales y plazas y calles que agrupaban y recibían el nombre de los diferentes gremios de artesanos que aquí se asentaron.
De esta manera, Toro se convirtió en esta época en uno de los principales núcleos urbanos de la Corona de Castilla, y como consecuencia tomó protagonismo en algunos significativos sucesos de la historia de España, como la Guerra de Sucesión Castellana, con la batalla de Toro que enfrentaron a los partidarios de la princesa Doña Juana, y los seguidores de su tía y futura reina Isabel «la Católica».
La torre del Reloj y el entorno de la Plaza Mayor, el corazón turístico de Toro
Ya en el siglo XVI, Toro llegó a ser sitio de reunión de la Cortes de Castila tras la muerte de Isabel la Católica, última gran efeméride del municipio, pues tras la derrota de los comuneros en Villalar, a los que la ciudad apoyó, Toro comienza una época de decadencia.
Consecuencia de esto fueron la desaparición de la provincia de Toro y la crisis del sector primario, eje fundamental de la economía del pueblo, con la salvedad del siglo XVIII, cuando la pujanza de los productos del campo permitió la construcción de algunas de las edificaciones más características de Toro en la actualidad, como la Torre del Reloj o el Ayuntamiento.
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