Enmarcado en el Parque Natural de los Arribes del Duero, esta localidad salmantina fronteriza con Portugal, cuenta con unos monumentos, historia y tradiciones que reflejan el continuo paso de diferentes reinos e invasiones, y que hacen de este pueblo, un lugar lleno de pequeñas y grandes curiosidades.
Unas tierras codiciadas por reinos e imperios
La primera curiosidad viene de su nombre, que resume la historia de su fundación en el siglo VII por un obispo de Oporto, que en honor a su nombre “don Félix”, y al santo, bautiza al pueblo como San Felices, para que después sus primeros pobladores de origen gallego le dieron su apellido. Una antigüedad, que también se constata en los restos de castros o verracos y, que remontan su pasado al pueblo de los vetones antes de la conquista y derrota del legendario Viriato por los romanos.
Y esto solo el fue el comienzo de una historia llena de trifulcas y guerras medievales. El pueblo fue arrasado por los árabes hasta su repoblación por en el siglo X, aunque fue finalmente conquistada por Alfonso XII en el siglo XII. Su situación en “La Raya” con Portugal, ocasionó que la villa fuera codiciada por los diferentes reinos de época, traducido en numerosas guerras y dueños de la villa, que no impidió el florecimiento y crecimiento de su entramado urbano. Su último percance fue en la Guerra de Independencia contra la invasión de Napoleón, cuando la localidad fue ocupada durante tres años.
Qué ver de San Felices de los Gallegos
El mejor ejemplo del aparatoso pasado de San Felices de los Gallegos es su castillo medieval, uno de sus monumentos más antiguos, a lo que hay que sumar su rico patrimonio religioso que, juntos, conforman un conjunto declarado Histórico-Artístico en 1965. Todo ello, sin olvidar el espectacular entorno natural que rodea a este municipio fronterizo.
1. Conjunto fortificado medieval
La edificación más destacada de San Felices es su espectacular fortaleza medieval del siglo XII, que ha experimentado diferentes ampliaciones según quién pasada por sus gruesos muros. Por sus dimensiones y altura, impresiona su Torre del Homenaje que fue reformada en el siglo XV y que ha sido habilitada para la instalación del Aula de Interpretación del Castillo. En ella podrás profundizar en la historia de este tipo de fortificaciones de frontera a través de una exposición que recorre sus sinuosos pasillos, escaleras y salas interiores.
Pero además del conjunto del castillo, también hay que mencionar en sus proximidades la Cerca Vieja que conserva su recinto y gran parte de la muralla (que se puede recorrer de forma gratuita en algún tramo por arriba), además de la fortificación abaluartada del siglo XVIII que se construyó durante la Guerra de la Independencia. También mencionar el Arco del Puerto del siglo XIV, perteneciente a una de las puertas del quinto recinto hoy desaparecido.
Aunque se puede visitar de forma gratuita su exterior y murallas, es recomendable la visita al Aula y la ascensión a lo más alto de la torre para contemplar la belleza del municipio y de las vecinas tierras portuguesas.
2. Iglesias, conventos y ermitas
El fervor de los vecinos de San Felices de los gallegos se percibe en sus muchos templos de diferentes estilos y épocas. Destaca especialmente la iglesia de Nuestra Señora entre Dos Álamos, cuya construcción se remonta a una primitiva iglesia románica de finales del siglo XII, de la que solo se conserva la portada del Poniente.
Construida en sillería de granito, la iglesia presenta diferentes estilos consecuencia de sus ampliaciones góticas, renacentistas y barrocas, que la confieren de una fisionomía algo ecléctica pero no falta de belleza. Muy cerca de ella se encuentra la Torre de la Campanas, que se cree fue la espadaña exenta de la primitiva iglesia románica, y que compite en longevidad con el conjunto del castillo, al que sirve, con su arco apuntado, de monumental puerta de acceso.
También de sólido granito es el Convento de la Pasión del siglo XVI, cuyo elemento arquitectónico más característico en la pulida portada renacentista de la iglesia, trabajada por canteros portugueses.
Un patrimonio religioso que culmina con las dos ermitas del pueblo, la de El Cordero y El Rosario, nacimiento y epicentro de parte de las tradiciones y festividades del pueblo.
3. Los Arribes del Águeda y del Duero
Situado entre colinas y llanuras, que contrastan con los escarpados riscos y cañones de los ríos Águeda y Duero, San Felices de los Gallegos goza de un microclima que permite la proliferación de numerosas especies vegetales mediterráneas, como encinas, robles, enebros, hayas, fresnos, arces o álamos. Un verdadero oasis, que han mantenido a salvo las reservas cinegéticas de fauna con más de doscientas especies de vertebrados, especialmente de aves, jabalíes o zorros.
Un paisaje que se encuadra dentro del Parque Natural de los Arribes de Duero, en la conocida como Ruta de los Franceses, y donde el caminante puede disfrutar con verdes parajes, saltos de agua, humildes arroyos y regios puentes que salvan los muchos desniveles. Una sensación de paz propia de una naturaleza virgen, muy difícil de encontrar en nuestros días.
Anécdotas y tradiciones
De nada serviría este rico contexto histórico y patrimonial, sin el factor cultural, que más allá de la historia en mayúsculas, ha conferido un pueblo y entorno con personalidad propia. No hacer falta más que pasear por las calles del pueblo para ser consciente del cuidado y cariño que los vecinos le tienen.
Sus monumentos más preciados están señalizados a través de diversos carteles que nos cuentan su historia. Una de las más bonitas por su significado es la del castillo, donde un vecino adquirió un papel fundamental en su actual disfrute por los turistas.
Fue en el año 1954 cuando unos americanos quisieron comprar el castillo por 14 millones de pesetas, para desmontarlo piedra a piedra y llevárselo a su país como las piezas de un puzle. Años antes, uno de los vecinos del pueblo, Ángel de Dios, compró el castillo para evitar su voladura. Ángel rechazó la oferta de los americanos, y les ofreció la opción de vendérselo por la mitad si lo restauraban y lo dejaban en el pueblo, a lo que no accedieron. En el año 2013, uno de los hijos de Ángel, Francisco, donó el castillo al pueblo, cumpliendo el sueño de su padre, "que el castillo sea tratado como se merece y destinado siempre para el bien del pueblo".
Un hombre adelantado a su época, que logró vencer el asedio del dinero extranjero, que por desgracia se ha llevado parte de nuestro patrimonio a otros países. Un éxito, que remata otros del pasado, como el fin del gravamen de “El Noveno” en 1852, que consistía en el pago al Duque de Alba, dueño de estas tierras, de una novena parte de las cosechas de los vecinos. Fue así como se inició la festividad de El Noveno, declarada de Interés Turístico Regional, que conmemora un hecho histórico, la independencia de San Felices de la Casa de Alba.
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