Cuando hablamos de personajes no tienen por qué ser ilustres ni famosos, pueden ser personas de a pie, vecinos nuestros que vemos cotidianamente donde vivimos pero que por alguna singularidad en su forma de ser o de actuar son dignos de mención.
Guadalupe Rojo es una mujer castellana de lo más original. Su nombre de pila no puede decirnos mucho, pero si decimos “ La Guada de Olombrada”, ya la cosa cambia. No solo es conocida en Olombrada, su pueblo segoviano, se la conoce en tantos lugares que ni ella misma acierta a saber hasta dónde llega su singular fama. Ella presume de haber salido hasta en televisión y desde luego es bien cierto. La Sexta y La Primera la dedicaron sendos reportajes, uno en el programa “ Vidas Anonimas” y otro en “ España Directo”.
Pero, ¿Qué tiene de especial “ La Guada de Olombrada”? Pues todo y nada al mismo tiempo; vive como cualquier otra persona, trabajando en un pueblo pequeño donde las oportunidades son más limitadas para trabajar aunque no para vivir más tranquilamente, sin embargo es una mujer que rompe moldes que inevitablemente llevan a fijarse en ella.
En su perfil de Facebook se cataloga como “ artista visual”, una profesión que no existe en sí misma pero que su hijo ha dado en definirla así porque por sí sola es un cuadro variopinto enmarcado en la cotidianidad de su actividad profesional real, la de camarera en su bar cafetería “Luan” en la Plaza Mayor de Olombrada.
Definir a Lupe o a “ La guada”, que no es un mote sino la forma coloquial de acortar su nombre con el articulo delante, puede ser todo un reto para quien no la conoce y se la encuentra preparando pinchos o sirviendo cerveza.
Lo primero que te llama poderosamente la atención de ella es su cabeza, un nido de adornos y flores que terminan dando forma a un tocado alegre y hasta festivo. Lo siguiente que te impacta al verla y que te desconcierta son sus dos pares de gafas en el rostro. Tú la miras y te preguntas para qué lleva dos gafas y sí realmente las usa para ver, pero no dices nada, simplemente te limitas a observarla en ese trajín díscolo pero muy agradable con el que atiende a sus parroquianos en la barra del bar poniendo cañas, pinchos o cafés de capsula, porque hasta en eso ha decidido ser diferente. “Hay que evolucionar con los tiempos y ahora se lleva el café de capsula”. Y doy fe de que sabe bien lo que se trae entre manos, no solo con en el café, sino con la extensa variedad de pinchos que no escatima en ofrecerte continuamente.
Ella puede presentir que la miras con curiosidad pero no la importa en absoluto. Sabe que su aspecto y ella en sí misma despierta interés y que choca mucho con esos cánones preestablecidos que solemos tener, pero su naturalidad y desparpajo es tal, que comienzas a ver a una persona cuando menos original, pero muy buena gente que enseguida te mete en conversación y hasta te cuenta pequeños retazos de su vida sin apenas conocerte.
“Sé que en cuanto me ven piensan cosas de mí pero me da igual. Voy así porque me gusta y me pongo dos gafas siempre, una para ver y otra para que me miren “, te termina diciendo.
Y eso, precisamente, es lo que acaba por despertar definitivamente el interés por su persona, esa liberación de prejuicios y de estereotipos que te permiten ver una forma de ser y de vivir muy íntegra y absolutamente desinhibida. Cuántas personas caminan por la calle enmascaradas tras aspectos corrientes incluso bien vestidos que no son honestas porque ni tan siquiera se permiten serlo consigo mismos, sin embargo Lupe es lo que es sin tapujos, así esté detrás de la barra de su bar, en actividades culturales en su pueblo, en misa, en un funeral o en una boda….Ella siempre es igual, con sus tocados de flores llamativos, sus abalorios y sus singulares par de gafas, y siempre derrochando simpatía y sinceridad pero sobre todo sin importarle el qué dirán, algo que curiosamente le ha hecho ganarse el respeto y el cariño de sus convecinos y de mucha gente que la conoce.
No le importa que le hagas fotos y le gusta charlar. Después de un rato de estar con ella llegas a la conclusión de que hay personas que sienten que tienen que marcar diferencias de un modo llamativo para demostrar a este mundo, a menudo demasiado arcaico y envuelto en máscaras, que lo más importante del ser humano es su integridad y ecuanimidad allí donde viva y esté.
En Olombrada “ La Guada” vive una vida sencilla, en familia, con su negocio familiar, entregada a la vida cotidiana de todo lo que rebulle en su pueblo con estilo propio y fiel a sí misma, tal vez un ejemplo o simplemente un modo diferente de ver la vida y de sobrellevarla en un medio rural donde las oportunidades para la mujer castellana no siempre son las que se quisieran ni a la altura de sus capacidades.
Asi pues, si vais por Olombrada recomendable visitar a “La Guada” en su bar de la Plaza Mayor, una artista visual o lo que cada cual quiera ver en ella según criterios, pero todo un personaje castellano singular que merece la pena conocer.
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