Los peregrinos que avanzan por un camino polvoriento, de tonos rojizos, no pueden perderse aunque se lo propongan. Las flechas amarillas -pintadas sobre las piedras, las señales de tráfico, los puentes de la autovía- recuerdan en todo momento que sus pasos los llevan a Santiago.
Estamos a 16 kilómetros de la ciudad de Zamora y es posible que los caminantes, en su empeño por llegar a la meta del día, apenas se hayan fijado en esta localidad de amplias calles situada en la Tierra del Pan, en la que las piedras que el agricultor arranca del suelo se parecen extrañamente -en la forma, en el color- a las que conforman paredes, muros y tapias.
Es uno de los fenómenos singulares de esta localidad situada en la Vía de la Plata, ese ‘Iter ab Emerita Asturicam’ (camino de Mérida a Astorga) por donde siempre transitaron viajeros y mercancías. Primer recordatorio de que en este pueblo de 600 habitantes, cabizbajo pero no derrotado, el tiempo pasa sin ser capaz de arrastrar los elementos que encarnan su carácter y su historia.
Uno de los tótems que resumen los atributos de esta comunidad humana está en la ermita renacentista de la Virgen del Castillo, que de forma simbólica está separada del pueblo por una de las lenguas del embalse de Ricobayo.
Sin pretenderlo, los responsables de este salto de agua destacaron la figura del templo y lo elevaron en un pedestal rocoso, al que las aguas del Esla han dado rabiosas formas de acantilado.
Los restos construidos más antiguos del pueblo se encuentran, precisamente, en el muro norte de esta iglesia, cuyos canecillos de estilo románico son aún visibles.
Otros elementos del mismo periodo se hallan repartidos por el pueblo, como la pila bautismal conservada en la iglesia de San Miguel Arcángel.
La casualidad -o el cambio climático- ha querido que en el momento de tomar las fotografías para este reportaje el embalse se encuentre inusualmente seco. Ha sido la oportunidad para enlazar casco urbano y ermita atravesando el lecho del río. Una ocasión única para volver a visitar la fuente tradicional, que quedó cubierta por las aguas, y para imaginar una vaguada repleta de ganado como antaño.
Incluso un agricultor local se ha atrevido a sembrar girasol allí donde un día se extendían las fincas agrícolas, antes de que el progreso las inundara y, al mismo tiempo, obligara a desplazar una parte del casco urbano.
Ya ha quedado claro que Montamarta se sobrepone a todo, lo mismo que ha conseguido ese diablo que personifica el espíritu de todo el pueblo. Todos los años, por Año Nuevo y por Reyes, el Zangarrón interrumpe la misa, recorre las calles dando brincos y acosa con su tridente a los mozos solteros. Si es que hoy se puede hablar de mozos y de solteros.
Antigua fuente de Montamarta, que volverá a quedar cubierta por el agua cuando suba el nivel de Ricobayo.
Este popular personaje viste una indumentaria singular compuesta por dos toallas, una de color marrón o rojo en una de las piernas (según el día de celebración) y amarilla en la otra. Cada una se cose simulando un pantalón en el que se prenden flores de papel. A modo de blusa porta una colcha anudada, y no puede olvidar el zurrón para guardar el aguinaldo que recoge por las calles.
A la espalda le cuelgan tres cencerros, mientras cubre la cara con una extravagante careta de corcho negro o rojo. Esta máscara es el complemento más importante del conjunto, junto al diabólico tridente.
Ya que las fiestas son las que en buena medida definen el alma de un pueblo, consignemos aquí que el 15 de mayo se celebra San Isidro y que el 16 del mismo mes se honra a la Virgen del Castillo.
A principios de mes los quintos habrán seleccionado el ‘mayo’ y lo habrán plantado junto a las piscinas. Allí quedará todo el año para recordar, con su verticalidad, que una nueva hornada pasa de la adolescencia a la edad adulta.
Gracias a este malvado personaje Montamarta sigue situada en el mapa de Castilla y León. No se ha sumergido en el torbellino de una actualidad que avanza a la velocidad del rayo y su nombre nos sigue apelando con sus resonancias jacobeas y medievales.
Comments