Es bien conocido que los dibujantes de Disney se inspiraron en el emblemático Alcázar de Segovia para cuentos como Blancanieves o La Cenicienta. Pero algo hace imaginar que se pasearon más de lo pensado por la provincia segoviana, pues existen unos pequeños pueblos de colores que parecen sacados de un cuento infantil de fantasía.
Estos pueblos de cuento están ubicados en la Sierra de Ayllón de Segovia, y son un total de ocho, entre los que destacan Madriguera, El Muyo y Serracín. La cualidad que más destaca de ellos es su color: rojo, negro, amarillo o la mezcla de los tres. En ellos todo encaja a la perfección, con suelos pavimentados y coloreados de la misma piedra que levanta las casas e iglesias del municipio. Lugares donde las sensaciones afloran sin medida, y repletos de escenas llamativas que hacen volar la imaginación de niños y adultos.
Estos llamativos colores que adoptan los edificios y calles se deben a las características del suelo de esta comarca, donde se pasa súbitamente y en pocos kilómetros de un color rojo, típico de tierras ferruginosas y arcillosas, a un negro carbón, obtenido de la pizarra, o a un amarillo reluciente nacido de la cuarcita.
Madriguera
Empezamos por Madriguera, el pueblo rojo por excelencia, y uno de los pueblos más bonitos de la provincia. Sus casas están teñidas absolutamente del color de la pasión, al igual que sus calzadas, que te hacen sentir como un famoso desfilando por la alfombra roja.
Aquí, es difícil ver una casa en ruinas, todas están bellamente rehabilitadas y siguen el mismo canon, encajando como piezas de un puzle. La sensación principal es fascinación por qué nada sobra, y belleza porque todo suma. Un pueblo de cuento que todos soñamos por encontrar.
El Muyo
A solo cuatro kilómetros de este bello pueblo rojo, se encuentra el Muyo, donde la tonalidad cromática cambia por completo a un negro carbonizado con pequeñas salpicaduras rojas. Al contrario que Madriguera, este pueblo apenas llega a la decena de vecinos, y la mayoría de sus casas luchan por mantenerse en pie.
Su calle principal que dirige de la entrada del pueblo a la iglesia, está pavimentada de baldosas negras, que recuerdan al famoso cuento infantil de El Mago de Oz con sus baldosas amarillas. De nuevo un pueblo de fantasía, pero en este caso las sensaciones cambian, pues al igual que sientes asombro por el cambio de tonalidad, sientes también que este pueblo no tuvo tanta suerte, donde las piedras siguen la inercia del abandono.
Serracín
Y si ya toda parecía una ilusión, nos encontramos con Serracín, a tan solo 2 kilómetros de Madriguera. Aquí el color predominante es el negro, pero el rojo también hace acto de presencia en mayor medida que en El Muyo, de tal forma que este pueblo parece el hijo de los dos anteriores.
Cuenta con 14 habitantes en el censo y el pueblo está lleno de ironías. Las cartelas que señalan el nombre de las calles, parecen contrastar con lo que muestran. La bautizada como Calle Mayor no está pavimentada, y las hierbas crecen libres sin nadie que las pise, mientras que las casas caen por el peso de sus tejados sujetadas por unas maltrechas vigas de madera.
Pero si algo destaca de este pueblo es su Plaza Mayor, en ella nos encontramos con una fuente de agua tiznada de negro y una iglesia con una resultona espadaña, pero hueca, sin tejado, y conservando su altar de piedra. Más fantasía.
Más localidades de la ruta de colores
Madriguera, el Muyo y Serracín, son tres pueblos con personalidades muy distintas. Tres pueblos que te trasladan a un cuento, a un sueño. Sus calles y casas te llenan de sensaciones, te emocionan por el asombro de lo inesperado, te fascinan porque son auténticos, tanto que no encajan en nuestra realidad.
Pero hay otras muchas poblaciones, todas ellas muy pequeñas, dignas de mención, como Alquité, una humilde pedanía de Riaza - cuenta con 3 habitantes censados - y pueblo "amarillo" por excelencia, destacando su iglesia dedicada a San Pedro de orígenes románicos. También pedanía de Riaza es Villacorta, uno de los pueblos "rojos" más representativos. Y culminan la ruta Martín Muñoz de Ayllón o El Negredo.
Todos ellos están perfectamente integrados en la naturaleza y paisaje de la Sierra de Ayllón, una comarca colmada de imprescindibles de obligada visita, empezando por el pueblo que le da nombre, Ayllón, con su apariencia medieval y extenso patrimonio y también impregnado de un característico color rojizo.
Un protagonismo cromático que se palpa en otros lugares cercanos como en la pedanía de Ayllón, Santa María de Riaza, y su representativa iglesia tardorrománica de La Natividad, o en el pueblo de Riaza y su plaza porticada con gradas de piedra que sirven de coso taurino.