Con la temporada estrenamos coto: Torre de Peñafiel.
Esto es lo que leyó mi tío Alfredo en un libro llamado Aventuras, venturas y desventuras de un cazador a rabo. Si en este pueblo tuvo Delibes coto un tiempo es que el pueblo entra con letras mayúsculas en la biografía del escritor. Un coto… ¡Con lo que le gustaba la caza a Delibes! “Yo soy un cazador que escribe”, decía siempre.
Aprovechó mi tío Alfredo una soleada mañana de noviembre para acercarse a Torre de Peñafiel, un pequeño pueblo del este vallisoletano por el que pasa la 5ª Ruta de Delibes. Con menos de 50 habitantes, me cuenta Alfredo que tardó en encontrar a algún vecino por la calle. No coincidió la visita de mi tío con la hora del panadero o de los demás comerciantes que se acercan regularmente al pueblo a vender carne, pescado, fruta o algo de ropa.
Lo primero que le chocó al tío Alfredo es que la iglesia de San Andrés tenga junto a una de sus paredes de piedra una portería. Buena solución esa para evitar que se les vaya el balón a los chicos (¿qué chicos?) cuando tiran a portería. Y la piedra de la iglesia aguanta muchos balonazos, acostumbrada a soportar los crudos fríos del invierno castellano.
Lo que Delibes encontró en su momento en el término de Torre fue un coto de 860 hectáreas entre los pueblos de Rábano, Laguna y Canalejas. Era un lugar adusto, con laderones muy pinos, desnudos y un suelo de greda y guijo que dificultaba el avance de los cazadores.
Lo que Alfredo buscaba era el animal, la planta y la palabra que en las Rutas de Delibes colocan en este pueblo. Zorzales o tordos, que tanto monta, Alfredo creyó ver a algunos, pero no sé si fue más la ilusión de verlos que otra cosa. Se dan más en provincias como León que por estos lares.
Lo que sí que con toda seguridad vio y cogió mi tío fue algo de tomillo. Esta planta, que en las Rutas de Delibes conectan con Torre de Peñafiel, se da sin mayor dificultad por estos pagos. “No creas que se emplea solo en las comidas -me contaba mi tío-, también en infusiones para el dolor de garganta, para infecciones respiratorias… mil cosas”.
En ese paseo matinal que dio Alfredo por el término, encontró algunos breriales, es decir, forraje que se da en el campo (escobas, retamas, emperejutas, brezos, etc.)
Y con dos de las tres palabras propuestas en las rutas para este pueblo (tomillo y breriales) vistos por Alfredo, mi tío pegó la hebra con un par de señoras del pueblo. Fue al salir de una de las casas una de ellas cuando Alfredo les preguntó si vendría el panadero por el pueblo esa mañana. Salió otra mujer de la casa al oír conversación y le dijeron que una le ponía los rulos a la otra, que lo hacían desde hace varios lustros y que no, que el panadero no pasaría aquella mañana.
Mi tío Alfredo prefirió acabar comiendo en Peñafiel, a pocos kilómetros de Torre, y volver a la tarde a casa, que en estos días de noviembre anochece muy pronto.
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