Mi tío Alfredo es un jubilado de la Renfe que disfruta de la lectura. Nació hace 75 años en Castrillo Tejeriego (Valladolid) y está como un roble. Tiene cuatro hijos y varios nietos. Mi tío Alfredo vive en Madrid, en el barrio de Usera. Su mujer, Isidora, guisa las mejores alcachofas que yo he podido probar nunca.
Mi tío Alfredo, como decía, es un gran lector. Al menos una vez por semana se acerca a la Cuesta de Moyano, junto al Retiro, aquí en Madrid, a curiosear libros de viejo. El pasado 2 de julio oyó por la radio que se presentaban seis Rutas de Delibes por la provincia de Valladolid y compró el libro de la primera: Las perdices del domingo.
Leído el libro se propuso hacer la ruta. Entró en www.provinciadevalladolid.com, se leyó toda información que la Diputación ofrece de esta primera ruta, ojeó los pueblos que la componían (Olmedo, Tordesillas, Villanueva de Duero, Villanubla y Villafuerte), calculó kilómetros y se dispuso a recorrerla, pueblo a pueblo.
Como jubilado de la Renfe, mi tío Alfredo no paga en ningún tren. Y teniendo en cuenta que pensaba ir y volver en el día, el viaje le iba a salir bastante económico. Llegó, por tanto, desde Madrid hasta la estación de Medina del Campo una mañana del pasado mes de julio. Allí le esperaba Arsacio, viejo amigo de la mili que vivía en el mismo Medina y que, además, era cazador como Delibes. En veinte minutos se plantaron en coche desde Medina hasta Olmedo. Mi tío Alfredo, que sabe mucho de literatura y de todo y que nos da sopas con onda al resto de la familia, le fue recitando a su amigo Arsacio algunos versos de El caballero de Olmedo, la obra de Lope:
Temo que se ha de saber
este tu secreto amor;
que con tanto ir y venir
de Olmedo a Medina, creo
que a los dos da tu deseo
que sentir y aun que decir.
Antes de llegar al pueblo, Alfredo le contó a Arsacio en qué consiste la información que se da sobre las rutas. Cada pueblo trae su cita delibiana, una planta y un ave de los que nombra Delibes y que tienen que ver con el pueblo y una palabra rural de las usadas por Delibes y que también se relaciona, en este caso, con Olmedo. Alfredo le contó a Arsacio que estos textos traen unos dibujos preciosos y que, en cuanto parasen, se los enseñaría.
En Olmedo aparcaron junto a la iglesia de San Andrés, a la sombra de unos árboles. Mi tío Alfredo sacó el libro de Delibes, Las perdices del domingo, y le leyó a Arsacio el pasaje en el que el escritor cita al pueblo:
La niebla. Escapar de la niebla era ayer nuestra suprema ambición. Desde hace tres semanas puede decirse que no levantamos cabeza. Estas brumas invernales del Duero rara vez duran más de cuatro días sin despejar, pero esta vez las recaídas han sido tan rápidas que bien puede afirmarse que llevamos veinte días sin ver el sol. (…) Así, si el primer objetivo, tomar el sol, se cumplió al dedillo, puesto que antes de entrar en Olmedo el panorama de escarcha y árboles agarrotados dio paso a un sol de membrillo que ponía en las labores un tierno temblor primaveral, el otro, el cinegético, fue un fracaso sin paliativos, un desastre (…)
Caminando, caminando, salieron del pueblo para ver campo, paisaje, la Castilla estival. En los papeles que llevaba de esta primera ruta, cada pueblo tenía, como le había contado en el coche Alfredo a Arsacio, una explicación de una planta, un ave y una palabra rural alusivas al pueblo en cuestión. Para Olmedo, los autores de la ruta hablaban del cardo, el águila ratonera y la carama.
Enseguida encontraron Alfredo y Arsacio cardos borriqueros, que en Castilla también se llaman acanto bastardo, ansarina, alcachofa silvestre, manta de Judas… En el pueblo de Alfredo, y en muchos otros de la zona, a los cardos se les conoce por el nombre de tobas. La toba se levanta por doquier en los campos de Olmedo, en lindes, junto a los arroyos, en barbechos, en el llano, en las laderas sin labrar…. Se la encuentra por toda la Castilla de Miguel Delibes, pero en Olmedo da la impresión de que tomó posesión de sus tierras y de que esa es su patria y que no hay lugar donde mejor otee el horizonte.
La toba es una atalaya vegetal. Se yergue como un ciprés y se dispara al cielo como los chopos. Ella también es centinela con el chopo y también ella le hace la guardia a los destinos de las tierras de pan llevar. Si Ortega dijo del chopo que es la vertical de Castilla, de la toba podría haber dicho que es su hermana menor, la vertical de Olmedo. No menos orgullosa, pero más modesta. Si el chopo es la nobleza, la toba es el labriego que se quedó en pie por los siglos de los siglos con su hoja recia, con las espinas de sus amarguras seculares y con una flor, en pleno verano, bajo un sol de justicia, envidia de jardines urbanos, que estalla desde una esfera gruesa, una pequeña alcachofa, que se derrama en filamentos fieramente violáceos.
El caballero de Olmedo de Lope, la gloria de Medina, el que mataron de noche, ¿era la flor de Olmedo o la toba en caballero de la mejor nobleza castellana del Medievo?
Reflexionaban los dos amigos todas estas cosas mientras recorrían tierras de cereal ya segadas por la cosechadora. Vieron, de camino, como bien decía la guía de la Ruta de Delibes, un par de águilas ratoneras. No pudieron ver, sin embargo, la carama en las laderas de Olmedo. Arsacio y mi tío sabían que julio no es época de caramas, que es ese suelo blanco que se asienta en el campo en las madrugadas de invierno. Leyeron, no obstante, el matiz que le da Delibes cuando explica que la carama viene originada por la niebla meona.
Me cuenta mi tío Alfredo que se les echó encima la hora de comer, que vieron por fuera la iglesia de Santa María del Castillo y que entraron a comer de menú del día en un bar junto a la carretera de Valladolid un revuelto de ajetes, lomo con patatas y flan de la casa.
Todavía les quedó tiempo para entrar (¡qué fresquito!) en el Palacio del Caballero de Olmedo, uno de los mejores sitios del pueblo para pasar un rato de frescor en la sobremesa del mes de julio de Castilla.
Acercó Arsacio a mi tío a Medina. Volvió Alfredo a casa con la sensación de haber aprovechado más aún Las perdices del domingo, de haber conocido algo más a Miguel Delibes, a su mundo rural. Le contó a Isidora los detalles del viaje: el reencuentro con su amigo, la vuelta a su provincia natal, el paseo por las tierras que conoció Delibes, las visitas a los monumentos de Olmedo, la placentera comida en el bar… Y todo esto por poco más de 20 euros gastados en convidar a su amigo Arsacio al mediodía.
“Las Rutas de Delibes son un acierto”, me dijo mi tío cuando hablé con él por teléfono. “Por cuatro duros vas a conocer la provincia de Valladolid de la mano de Delibes”. Será cuestión de hacerle caso.
Comments