Lorenzo pasó por la puerta de la joyería, recordó tantos años detrás del mostrador y cogió el autobús hasta la Estación del Norte, donde le esperaba mi tío Alfredo. Lorenzo es sobrino de Alfredo, los dos muy mayores, los dos casi de la misma quinta. Lorenzo, como decía, se acercó hasta la Estación del Norte que ahora se llama Príncipe… no sé qué, pero que Alfredo y Lorenzo la conocen como Estación del Norte, en Madrid. Llevaban años sin verse. Cosas de Madrid, de las distancias, de la vejez. Pero una vueltecita por Esguevillas de Esgueva animaba tanto al uno como al otro. Esguevillas era un motivo para recordar viejos tiempos, aventuras de la infancia, veranos de segadores zoqueta en mano y trillos por las eras.
En cuanto llegó Miguel Ángel (el hijo de Lorenzo, que los dos abuelos no están para conducir), se montaron en el coche y tomaron rumbo a Esguevillas. Hubo que parar en Cogeces, que la próstata no perdona. Durante el trayecto Miguel Ángel apenas abrió la boca y escuchó con atención la conversación sin descanso que se traían tío y sobrino. A partir de Quintanilla los dos cambiaron de conversación y se centraron en el motivo último del viaje: las Rutas de Delibes.
Los dos leen con interés al escritor, los dos lo entienden, saborean su vocabulario. La misma cita de Mi vida al aire libre (libro cuya ruta pasa por Esguevillas) les recordaba sus cangrejadas en el arroyo Jaramiel de su pueblo. Quizá cuando eran niños pescaron cangrejos junto a los Delibes, pero hasta que el escritor no ganó el Nadal no dejaba de ser un pescador más, un cazador más. La cita dice así:
La pesca del cangrejo era un recurso que mi padre aprovechaba para sacarnos a tomar el aire en primavera. Mientras permanecíamos en Valladolid, solíamos ir a la Esgueva, bien a Renedo o, valle arriba, hasta Esguevillas o cualquier otro pueblo intermedio.
¿Pescaría Delibes también en alguno de los ocho arroyos con los que, con más o menos agua (o con ninguna), cuenta el término municipal de Esguevillas? Al menos yo no lo sé si pescó en el arroyo de San Miguel, arroyo de San Vicente, de Valdeladuerna, de Nogal de Prada, de Ollas, de Pico Serrano, de Valdelatín o de Fuentefría. Todos ellos aportan su mayor o menor caudal al arroyo de la Esgueva Vieja, que corre paralelo al Esgueva para morir en Villanueva de los Infantes.
En Esguevillas, los autores de las Rutas de Delibes, ofrecen lo mismo que en los otros 33 pueblos: una planta, un ave y una palabra rural que haya nombrado Delibes y que tengan que ver con el pueblo. Y para Esguevillas de Esgueva la planta es la encina, el ave la cigüeña y la palabra rural el collarón. Suponían Alfredo y Lorenzo que las encinas seguirían donde habían estado siempre, que las cigüeñas igual ni habían emigrado en invierno y que los collarones habría que buscarlos en algún corral polvoriento o en alguna bodega de las que se reforman y llenan de aperos ya olvidados.
De lejos, en lo alto del páramo, en el mismo bocacerral, se ve Esguevillas como un montón de casas de tejas rojas reforzadas en las salidas del pueblo por naves de techumbre grisácea. Las tierras son las mismas que en los pueblos cercanos: básicamente mucho cereal y alguna remolacha. Lorenzo recordó entonces a Alfredo las primeras páginas de Las ratas cuando se describe el pueblo. Es casi la misma descripción de Esguevillas, pero podría ser la de Piña, Olmos o Fombellida.
De cerca, el pueblo impresiona por su iglesia, ¡La iglesia de San Torcuato! Qué joya tiene Esguevillas. Ni todas las ciudades de Canadá juntas guardan el sabor, la tradición y la religiosidad que se respira en cada una de sus piedras. “¡Viva el gótico castellano!”, le dijo Lorenzo a Alfredo a pleno pulmón. La iglesia de San Torcuato le da categoría y majestuosidad a Esguevillas. ¡Qué tres naves con yesería barroca! ¡Cómo lucía el sol sobre su piedra en el exterior!
El que escribe estas líneas ya ha dado dos charlas sobre Delibes en Esguevillas gracias a la Asociación Juvenil del pueblo. La presidenta de la asociación se llama Merce y, aunque ella no estaba el día que fueron Lorenzo y Alfredo a Esguevillas, sí que pudieron saludar a su madre, que vive de continuo allí. Les pedí que no dejaran de hacerlo y que le preguntasen por los nombres de los personajes de Miguel Delibes. Y la madre de Merce les contó lo que ya me había contado a mí hace tiempo: que su madre se llamaba Columba, como uno de los personajes de Las ratas.
¿Casualidad? Yo creo que no, porque Delibes sacó muchos de los nombres de sus personajes de las gentes de carne y hueso que conoció por estos pueblos. Y si la abuela de Merce era de Amusquillo (aunque vivió en Esguevillas), Daniel el Mochuelo fue un señor de Villafuerte de Esgueva. Y si seguimos tirando de la cuerda, el hermano de Columba (que también era de Amusquillo y vivió en Esguevillas) tuvo dos perros, Fa y La. Y resulta que la perra del Nini en Las ratas se llama Fa… Son ya muchas casualidades seguidas.
Alfredo y Lorenzo comieron en casa de la madre de Merce, se arrimaron a ver la partida de otros en el bar y se dieron un último paseo antes de volver a casa por el Sendero Verde del Valle Esgueva. ¡Que Lorenzo y Alfredo nos duren muchos años, que yo quiero seguir escribiendo unas cuantas crónicas más sobre las Rutas de Delibes! Gracias a los dos por haber hecho este viaje a Esguevillas con la ayuda de Miguel Ángel. No lo habéis hecho solos. Los que hemos leído este artículo lo hemos hecho, de alguna manera, con vosotros. Os daremos un abrazo y os preguntaremos más detalles del viaje cuando nos veamos estos días por Madrid.
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