“Existen pues, en Castilla tradiciones, costumbres, ambiente, color y canciones nacionales, hasta el extremo que ninguna otra nación ha presentado hasta la fecha ciertas especies de las que hoy puede hacer gala Castilla”. En estas pocas y entusiastas palabras, Federico Olmeda definía y expresaba su apego a las tradiciones castellanas en el siglo XIX.
Surge un momento en el que te paras a pensar qué hay detrás de estas dos palabras: folklore castellano. Llega un momento en el que tienes que valorar lo desvalorado, pues estas dos palabras expresan en tiempo lo que en un lejano pasado fue la historia. Cuando uno piensa en tradición, a veces se distancia de lo que el propio término quiere hacer entender. Se asocia con relativa frecuencia al sinónimo de antaño, de antiguo, cuando en realidad significa legado, significa patrimonio. Pero el folklore castellano es más que una antigüedad o un legado, es también presente, pues siempre habrá alguien o algo que nos recuerde cómo vivían nuestros antepasados, cuáles y cómo eran sus vidas, cómo se divertían y bailaban. Contiene en esencia lo que una tierra ha criado, un sonido propio y único que define indiscutiblemente en espacio y tiempo una época y un lugar.
Constantemente se cae en el error de pensar que el folklore castellano son solamente las populares jotas. Existen una amplia diversidad de estilos de baile, canto, instrumento y vestimenta que enriquece y describe lugares y culturas diversas dentro de una misma geografía, en mutuo respeto entre ellas.
Al mismo tiempo nos encontraremos con las tradicionales jotas, las animadas seguidillas y fandangos, los hipnóticos boleros o los ruidosos paloteos entre muchos más estilos que construyen las diferentes comarcas de una multicultural Castilla. Pero qué serían los bailes sin la música, sin los clásicos instrumentos, la guitarra, el mortero, la botella, la flauta, la gaita, la dulzaina….Una diversidad instrumental que construyen sonidos y matices diversos. Acompañados en ocasiones por los coros, canciones cuyas letras, a veces graciosas, otra veces sin sentido aparente o simplemente populares, describen al pueblo de ayer, como si después de siglos aun viviesen en sus antiguas casas, plazuelas y campos acompañados de su labriega vestimenta.
Llega el momento justo en que te paras a pensar cuándo pasó de ser una vida a una tradición, cuándo pasó de ser un símbolo de una tierra a una antigüedad desfasada. Tened la constancia de que el folklore castellano ha sobrevivido hasta nuestros días gracias a personas que no se olvidan de su legado, pues respetable es que no entusiasme, pero debe ser valorado del mismo modo que una obra de arte se aprecia con el paso del tiempo.
Un símbolo sobrevive a lo largo del tiempo, y el tiempo ejerce su labor y construye lo que hoy conocemos como Folklore castellano. Cada persona que ha dedicado una parte de su existencia a mantener el legado, ha otorgado al folklore una nueva razón para seguir viviendo. Estoy agradecido a todos ellos, pues han logrado que en la actualidad se valore y se aprecie como un emblema de Castilla, un patrimonio inmaterial de todos.
Más información sobre folklore de Valladolid y de Castilla y León en la web: Pilaricaaf.com
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