Tan cerca y, a la vez, tan lejos. Desde la autovía que une Ávila con Salamanca, a la altura del término de Rivilla de Barajas, se puede divisar un castillo de aspecto militar y austero que se encuentra a caballo entre una estructura medieval y las transformaciones de la artillería. Se trata del Castillo de Castronuevo, una fortificación localizada en el término municipal de Rivilla de Barajas, que pertenece a la Casa de Alba y que únicamente es visitable por fuera al estar en una finca privada.
Aunque la situación actual es de ruina en proceso de avance, con varios frentes derrumbados y con torres de la barrera perdidas, todavía impresiona. La fortificación, que contiene numerosas troneras, sótanos abovedados y foso, ha sufrido remodelaciones a lo largo de su historia por lo que actualmente presenta elementos tanto góticos como mudéjares. Y es que este castillo es un claro ejemplo de la transición de la poliorcética en el siglo XV.
En sus cercanías se puede también contemplar las ruinas de una iglesia gótico-mudéjar junto a una laguna que tiene agua todo el año.
Una fortificación singular
El Castillo de Castronuevo está compuesto de dos recintos, ambos construidos a base de ladrillo, cal y canto. No obstante, también se emplearon técnicas como mampostería y sillería para dar carácter y estilo distintivo al recinto. En su interior encierra un patio con tintes de estilo isabelino aunque también hay rasgos de la estructura que recuerdan al estilo arquitectónico de los castillos renacentistas. Dentro del primer recinto se halla el verdadero castillo-palaciego, rodeado de tres torres de planta circular y dos de planta rectangular. Este palacio posee una serie de habitaciones cada una con su respectiva chimenea que se abre al núcleo del lugar.
Para evitar que los posibles asaltantes tuvieran fácil acceso a la fortaleza, esta se colocó dentro de un foso. De esta manera, se aprovechaba la elevación de los muros sobre el terreno, reduciendo el espacio de ataque de los intrusos o enemigos. Por otra parte, unidas al resto de la estructura del castillo se encuentran una red de salas abovedadas subterráneas compuestas de ladrillo, que se utilizaban como caballerizas. La comunicación entre los dos pisos se hace por una escalera de dos tramos, el primero de los cuales tiene el pasamanos esculpido en la pared. En el extremo del patio subsisten tres cuerpos de otra galería en tres alturas que se encuentran macizados.
Breve historia del Castillo de Castronuevo
De su nombre se deduce el pasado defensivo de su enclave, cuya traza conocida corresponde a las reformas efectuadas en el siglo XV. Fue construido por Gil de Vivero, señor del lugar de San Martín de Cornejo, llamado después Castronuevo, en la década de 1470, en el contexto de la inestabilidad vivida por el problema de la sucesión del rey Enrique IV. Gil de Vivero defendería los intereses de la princesa Isabel frente a los Pamo, aliados del duque de Béjar, titulado duque de Arévalo, defensor de los derechos de Juana la Beltraneja; que estaban construyendo al mismo tiempo una casa fuerte en Fontiveros. En 1489 el duque de Alba compró Castronuevo a Rodrigo de Vivero en 6.200.000 maravedíes y, a partir de ese momento, se realizaron nuevas obras en el castillo.
Qué ver en los alrededores
En la capital de La Moraña, y siguiendo con las fortificaciones, es de obligada el castillo de Arévalo. Se trata de una obra mudéjar iniciada en piedra sillería y con remates de ladrillo, cuyo origen se remonta al siglo XIV. Situado sobre la confluencia de los ríos Arevalillo y Adaja, sus muros y estancias sirvieron largos años como residencia de personajes como Isabel la Católica, Felipe II o Beatriz de Portugal, aunque también fue prisión e incluso cementerio.
No puedes irte de Arévalo sin recorrer cada calle de esta villa con gran encanto medieval, su famosa Plaza de la Villa, sus numerosas iglesias o la Ermita de la Lugareja, joya del mudéjar.
También sobre las tierras llanas de La Moraña se levanta el monumento más emblemático de Narros de Saldueña: el castillo del Conde de Montellano. Esta fortaleza, rara avis en la arquitectura militar, constituye un buen ejemplo de castillo-palacio levantado con placas de tapial (argamasa) encintadas con ladrillo, material con el que también se refuerzan sus esquinales, muy relacionado con la arquitectura mudéjar. No obstante, con el paso de los siglos y de las reformas ha ido añadiendo elementos muy poco comunes en las fortalezas mudéjares.
La Moraña ofrece también lugares emblemáticos como Madrigal de las Altas Torres, cuna de Isabel la Católica, o Fontiveros, cuna de San Juan de la Cruz.
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