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Foto del escritorPilar Martínez

Colores que son sabores

En uno de mis habituales trayectos por la carretera Segovia hacia Valladolid, tuve ocasión de contemplar un paisaje que pese haberlo visto muchas otras veces, ese día me pareció diferente.


Palomar en Palazuelo de Vedija
Palomar en Palazuelo de Vedija

Era el mismo campo, las mismas lomas, los mismos arboles formando un pequeño monte, sin embargo, quizá por la luz del momento, un atardecer de esos en los que las nubes juegan con los rayos el sol y al mezclarse proyectan unos brillos curiosos entre los campos, todo ese paisaje se tornaba de unos colores vivos y mucho más intensos a la mirada. La cebada ya nacida aparecía con un verde juvenil y vigoroso, otro campo con flores diminutas amarillas formaban un precioso tapiz en el que casi se perdía la vista si mirabas al horizonte, en otro tramo estaba el contraste: colores siena tostados de la tierra de un cultivo aún por nacer, para romper en una loma de tonos verde monte de los árboles ya plenamente brotados e incluso con flor. Otros con ese tono rosáceo y morado propio de los prunus y los cerezos cuando están rebosantes de flores.


Trigal en Villafrechós

Y pensé, viendo toda esta hermosa policromía, no sólo en lo hermoso que resulta el paisaje en primavera sino en los colores de esta tierra, en este caso de la provincia de Valladolid que pese a no gozar de sistemas montañosos sino de llanura y extensos campos de cultivo, muestra unos colores dignos de ser admirados.


Viendo con asombrada expectación los colores que iban abriéndose mientras recorría la carretera, iba a su vez pensando que todo aquello que veía era verdaderamente esa Castilla que tanto admiro por su capacidad de sacar siempre lo mejor de sí misma. Los colores de una tierra, no solo se han de ver representados en banderas y pendones, significativos sin duda alguna como señas de identidad; los colores que yo estaba viendo eran la simbiosis perfecta de una naturaleza reveladora y poderosa con un castellano capaz de sacarle partido a la tierra para producir sus propios sabores; el sabor de su pan, el sabor de sus caldos de vino, de sus ajos, de sus hortalizas…todos y cada uno de ellos valores en alza que también se proyectan en su gastronomía.


Monte de las Liebres en Valdenebro de los Valles
Monte de las Liebres en Valdenebro de los Valles

No es pues presunción creerse en posesión de los más hermosos colores en nuestro paisaje, ni mucho menos creer que más allá de los dorados campos de cereal cuando están a punto de la siega y de los rojos carmesí de los bellos campos de amapolas que también suelen mezclarse en nuestros llanos, no tenemos nada más por no tener grandes montañas. Las montañas son hermosas, también lo son los lagos pero cuando ves un campo de cereal inmenso, alzando sus briznas verdes hacía ese cielo que le hará crecer espigado y granado, piensas en el pan candeal bien bregado y horneado.


Embalse del río Bajoz en Castromonte
Embalse del río Bajoz

Cuando ves los almendros floridos tan rebosantes y vitales a pesar de anticiparse tanto, piensas en esos almendrucos que atesoraran hasta el final esas ricas almendras que servirán para elaborar nuestros dulces típicos. Cuando ves las viñas brotadas y cerniendo los pequeños racimos en flor, piensas en ese vino poderoso que será capaz de calentar y llenar tu boca de sabor. Y así con cada trozo de terruño, con cada hectárea cultivada y arbolada, con cada pueblo castellano que trabaja para sacarle partido, porque en todo eso están los colores que dan sabor a lo que cría esta nuestra tierra.


Y eso y no otra cosa es lo que verdaderamente tenemos, colores que habrán de convertirse en sabores con los que seguir escribiendo renglón a renglón nuestra historia y perpetuar nuestra identidad en este país tan difícil a veces de equilibrar precisamente las identidades.

Embalse de Encinas de Esgueva
Embalse de Encinas de Esgueva

Nadie es más que nadie ni mejor que el de otro lugar, simplemente para gustos se hicieron los colores y nosotros, lejos de tener que vivir acomplejados debemos precisamente hacer lo que corresponde, ofrecer nuestros colores para dar más variedad al gusto por lo bueno.


Formamos parte en nuestra provincia, por méritos reconocidos, de ese distintivo “ Tierra de Sabor” por lo que producimos y criamos. Somos, claro que sí, tierra de sabores, y si alguien no lo cree, que viaje, vea y coma en alguno de nuestros pueblos vallisoletanos y verá de qué color es y a que sabe nuestra generosa provincia

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