El célebre poeta Gary Snyder decía que la naturaleza no es un lugar para visitar, sino nuestro hogar. En nuestra provincia contamos con numerosos lugares a los que acudir sin sentir que vamos de visita, sino que acudimos a una parte más de nuestro hogar. Entre ellos, se encuentra el Espacio Natural de Las Riberas de Castronuño.
Dentro de un paraje magnífico, las Riberas de Castronuño ocupan una superficie aproximada de 8.412 hectáreas y su territorio engloba el tramo del Río Duero que comprende los términos municipales de Castronuño, Pollos, Torrecilla de la Abadesa y Tordesillas. Las más de 260 especies de animales que conviven dentro de su terreno lo han llevado a alzarse como uno de los espacios más singulares de toda la provincia vallisoletana.
La formación de esta reserva se originó en la década de los cuarenta, tras la construcción del embalse de San José para el apresamiento de las aguas del Río Duero a su paso por el término municipal de Castronuño. Gracias a ello, hoy en día contamos con un verdadero ecosistema formado por singulares elementos bióticos y paisajísticos. El cual también se caracteriza por unas cualidades estéticas destacadas, en virtud de sus contrastes, sus formas y sus colores, que le dotan de una belleza indiscutible.
Tal es su importancia, que se encuentra integrado en la Red de Espacios Naturales (REN) de Castilla y León y es considerado como Zona Especial de Protección para las Aves (ZEPA) a nivel europeo. Y es que, consigue reunir a 189 especies de aves, 24 de mamíferos, 10 de reptiles, 9 de peces (entre los que predomina la carpa) y 5 de anfibios. Entre las aves, que son las que cuentan con más presencia en este espacio, las especies más significativas son alcotán, halcón peregrino, zampullín cuellinegro o la garza real. También podemos encontrar otro tipo de animales, como lobos, tejones o turones.
En cuanto a su flora, se caracteriza por el bosque de galería que enmarca el río, conformado por álamos, chopos, sauces y fresnos, entre encinares y zonas de cultivo. Pero no es el único: el segundo bosque de galería, más alterado por la acción humana, cuenta con olmedas, desarrolladas sobre suelos fértiles y de textura arcillosa. Como telón de fondo a esta cinta ribereña, aparecen manchas de encina, capaz de colonizar suelos desarrollados sobre casi cualquier tipo de sustrato, dada su gran resistencia al frío, al calor y a la sequía.
Para disfrutar de este paisaje incomparable, no es necesario ser experto en plantas o animales. Tan solo hace falta recorrer la Senda de los Almendros, la Ruta de la Cañada o, simplemente, pararse a admirar la buena estampa que ofrecen los diferentes ángulos de la senda que rodea el embalse. Tranquilidad, sosiego, serenidad, silencio. Muchos son los beneficios que ofrece este espacio vallisoletano.
¿Por qué ir de visita a un lugar que es nuestro, de todos? ¿Por qué no mejor considerar que es un trozo de nuestro hogar, al que acudimos cuando necesitamos un momento de descanso, de desconexión? Si empezáramos a considerar nuestros espacios naturales como una parte de nuestra casa, como un refugio, a lo mejor seríamos capaces de mentalizarnos de lo fundamental que es conservar estos espacios que hacen de nuestra provincia un lugar único e incomparable.
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