top of page
  • Foto del escritorJorge Urdiales

El tío Alfredo, de ruta con Delibes: La Santa Espina

Suena la campana en La Santa Espina. Se hace un silencio. Mi tío Alfredo camina hacia la puerta del monasterio en el que todavía viven algunos hermanos de La Salle. La mañana es fresca pero luce el sol. “El hermano Eugenio, el hermano Eugenio”, se repite mi tío Alfredo.

A esta excursión, mi tío Alfredo viene sobre seguro. Su sobrino Carlos, antiguo hermano de las Escuelas Cristianas durante 25 años, le ha contado de La Santa Espina, del hermano Eugenio y de la relación de Delibes con La Salle. La Santa Espina es pueblo de las Rutas de Delibes. Por eso mi tío Alfredo está aquí.


Antes de pasar al monasterio, Alfredo se ha parado junto a la primera D de las Rutas de Delibes que se colocó en la provincia: la D de La Santa Espina. Esta primera D de piedra de Campaspero de 900 kilos, lleva una placa en la que se puede leer: “(…) mis primeras cazatas en el encinar de la Santa Espina, cuando el hermano Eugenio, con la sotana arremangada y sin el babero, tiraba a los conejos a sobaquillo (…)”.  900 kilos para homenajear al hombre que escribió tal y como hablaban sus gentes de Valladolid. 900 kilos también, para celebrar el 125 aniversario de la llegada de los hermanos de La Salle a la localidad.



Allí los baberos (como vulgarmente se los conoció durante décadas por golilla blanca que les caía desde el cuello por el pecho sobre la sotana) hicieron una labor sobresaliente. Decir hoy La Santa Espina es decir La Salle. “El hermano Eugenio, el hermano Eugenio”. Alfredo se encontraba ahora a la sombra de los pasillos del monasterio recordando que el hermano Eugenio, el de la placa, fue hermano de La Salle cuando los hermanos llevaban sotana y babero. Prefecto del Colegio de Lourdes en los tiempos en los que Delibes estudió allí el Bachillerato, también coincidió con el escritor en la Escuela de Comercio. Aficionados a la caza los dos, no tardaron en cazar juntos por tierras vallisoletanas.


Monolito de las rutas de Delibes. Foto: Jorge Urdiales.

“En la cita de esta primera D -me contaba Alfredo- el hermano Eugenio caza los conejos a sobaquillo, ¿te das cuenta?, sin aculatar siquiera la escopeta. Y todo esto de La Santa Espina y la 5ª Ruta de Delibes viene de Aventuras, venturas y desventuras de un cazador a rabo. Date cuenta de que habían pasado dos décadas desde Diario de un cazador, pero allí el protagonista era Lorenzo, un medio Delibes pero sin ser él. Aquí el que le plantea escribir un libro real, quiero decir de vivencias reales de Delibes como cazador es Julián Marías.


Y así lo hizo. Oye, cuenta jornada tras jornada lo que cazó entre 1971 y 1974. Para mí que no divaga en exceso sobre la caza. Me da a mí que lo que buscó fue levantar acta de sus cazatas y punto. “No hay una cacería igual a otra”, decía Delibes en el libro. Claro, como no hay una ruta igual a otra y yo llevo ya unos cuantos pueblos recorridos. Miguel Delibes se merecía unas rutas por los pueblos que tanto se pateó en busca de animales de pelo y pluma, la verdad”.


Alfredo que se ha recorrido el claustro, la iglesia y todas las dependencias del monasterio, visita ahora con interés la impresionante exposición de mariposas (dentro del recinto) de todo el mundo que ha ido coleccionando a lo largo de los años, uno de los hermanos de La Salle.


Al salir al exterior, a Alfredo le asombra en entorno, que más pareciera Asturias que Castilla. La Santa Espina es una isla de paisaje verde rodeada de tierras de pan llevar de cereal y remolacha, todas ellas tierras de Delibes. Alfredo vuelve sobre sus pasos y regresa a Madrid con un folleto de esta ruta de Delibes y una foto del hermano Eugenio que… Mi tío Alfredo suele conseguir lo que se propone, siempre con la sinceridad y bondad que le corresponden.


bottom of page