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  • Foto del escritorDaniel González

Arévalo, reliquia medieval


Esta histórica localidad abulense, inmersa en la comarca de La Moraña, es famosa por el tiempo que Isabel la Católica pasó entre sus muros durante su juventud, hecho que marcaría el futuro de la villa. Una historia que se percibe en su innumerable patrimonio, declarado conjunto histórico-artístico, con iglesias mudéjares repartidas por todo el casco viejo, restos de su antigua muralla, plazas medievales porticadas, casas solariegas, palacios y una gastronomía que desprende en sus callejuelas un aroma irresistible.


Plaza de la Villa de Arévalo
Plaza de la Villa de Arévalo. Foto: EnPueblo

“Quien de Castilla señor quiere ser, a Olmedo y Arévalo de su parte ha de tener”. Este refrán, muy empleado en la Edad Media, permite imaginar la gran importancia que desempeñaba esta villa castellana en la historia, en parte, gracias a su posición estratégica y a su papel determinante en las guerras civiles declaradas durante los reinados de Juan II y Enrique IV.


Arévalo, conocida como “la ciudad de los cinco linajes” por las 5 familias aristocráticas -Tapia, Sedeño, Montalvo, Briceño y Berdugo-  que se asentaban en la ciudad, se convirtió en uno de los principales enclaves culturales de la corona de Castilla donde convivían judíos, moros y cristianos. Esta multiculturalidad se refleja hoy en el patrimonio religiosos y civil de Arévalo, que dibuja en el callejero de la villa una estampa de torres mudéjares que asoman firmes por encima de los tejados. Todo ello, sin olvidarse del emblemático castillo de Arévalo por donde pasaron importantes personajes de la historia de España.


Arévalo es uno de los mayores exponentes del arte mudéjar de Castilla y León, y  su patrimonio de gran valor artístico promete al viajero bastantes sorpresas. Para ello el turista debe dejarse llevar, ir con tiempo y disfrutar detenidamente de todo lo que esta hermosa villa ofrece, que no es poco.


Si por un lugar se tiene que empezar, ese es el castillo. No es una fortaleza que destaque por sus dimensiones, sino por sus peculiaridades. El Castillo de Arévalo del siglo XV, también conocido como el castillo de los Zúñiga, no se sitúa en la cumbre de un promontorio como es la costumbre, pues este aprovecha la ribera natural de los ríos Adaja y Arevalillo, que confluyen a su alrededor, como fosos. Además el castillo presenta una planta pentagonal irregular, que diferencia a este fortaleza de otras de la zona, como Coca o Medina del Campo.

Castillo de Arévalo
Castillo de Arévalo. Foto: EnPueblo

Entre los personajes ilustres que pasaron por las dependencias del castillo están Blanca de Borbón, esposa de Pedro I “El cruel”, Isabel de Portugal progenitora de Isabel la Católica y su hermano Alfonso, que también pasaron parte de su juventud en la localidad,  y Guillermo de Orange, príncipe de Nassau, que permaneció prisionero en la fortaleza de Arévalo. En los últimos siglos el castillo pasó a pertenecer al Ayuntamiento, sufriendo a partir de entonces un abandono paulatino y utilizándose como cementerio y silo de trigo. Luego pasó a pertenecer al Ministerio de Agricultura, con el que el edificio fue rehabilitado y se alojó en su torre de la homenaje un museo en honor al cereal.


El castillo era el vértice superior de la muralla que Arévalo tuvo en su época de mayor esplendor económico. En la actualidad, de la muralla solo se conservar ciertas partes que se rehabilitaron, como es el Arco del Alcocer, la puerta principal de las cinco que poseía la muralla original.


Arco de Alcocer
Arco de Alcocer. Foto: EnPueblo

En cuanto al patrimonio religiosos mucho hay que contar. Posee un total de siete iglesias, entre las que destacan la Iglesia de San Juan Bautista, del siglo XII y comienzos del XIII era la iglesia del Palacio de los Trastámara y en su interior se guarda la talla de la Virgen de las Angustias, patrona de la ciudad y muy venerada también por Isabel la Católica, tal era su apego a la talla que llevó la imagen consigo a la Toma de Granada.


Plaza del Real de Arévalo
Plaza del Real. Foto: EnPueblo

La Iglesia de Santa María la Mayor, del siglo XII y XIII es la más alta de la localidad y en su interior albergó la exposición de Las Edades del Hombre en el año 2013. Durante su restauración aparecieron restos policromados de un Pantocrátor que se cree proceden de la iglesia original.


Plaza de la Villa de Arévalo

La Iglesia de San Martín, también conocida como las “torres gemelas”, se remonta al siglo XIII. Albergó junto a la  Iglesia de Santa María la exposición de las Edades del Hombre de 2013. Esta iglesia está declarada Monumento Nacional y es uno de los edificios más representativos de Arévalo junto con el Castillo.


Plaza de la Villa de Arévalo
Torres Gemelas. Foto: EnPueblo

Fuera de la localidad, a 1,5 kilómetros al sur de Arévalo se sitúa la Ermita de “La Lugareja”, como se conoce a la Iglesia de Santa María de Gómez Román. En un pasado fue un monasterio hasta su abandono a mediados del siglo XIII. La ermita de estilo mudéjar está declarada Monumento Histórico-Artístico, de ella destaca el alto cimborrio situado en el crucero de la iglesia y la cabecera con tres ábsides.


Fuera del patrimonio religioso destaca con rotundidad la Plaza de la Villa, que sigue los estándares de las plazas castellanas con casas solariegas y estilo porticado. Está declarada Conjunto Histórico-Artístico y podría describirse como una de las plazas castellanas más hermosas de España, pues ningún edificio rompe el estilo medieval del conjunto.


El casco histórico de la villa de Arévalo se completa con las numerosas casas-palacios que alberga, como consecuencia de los muchos linajes que se asentaban en el municipio. Destacan los palacios de Gutiérrez-Altamirano o el palacio de Sedeño, este último por desgracia en estado de ruina. También habría de mencionarse el Puente de Medina construido en el siglo XIV, cruza el rio Arevalillo, es de estilo mudéjar y está declarado bien de interés cultural.


Palacio de Sedeño. Foto: EnPueblo
Restos del Palacio de Sedeño. Foto Enpueblo

Y como con los ojos uno no se puede alimentar, no se debe salir de Arévalo sin probar el tostón asado o cochinillo que preparan los muchos asadores repartidos por el casco antiguo.


Arévalo sigue la estela de otros pueblos castellanos como Olmedo o Cuéllar, convertidos en museos de calle por su incontestable valor patrimonial, prueba indudable de que no es necesario viajar tan lejos para sorprenderte. Arévalo cumple bien su labor, con una conservación incólume de su historia que cristaliza en una ciudad donde puedes pasar un día entero empapándote de cultura.





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