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  • Foto del escritorJorge Urdiales

El tío Alfredo, de ruta con Delibes: Renedo de Esgueva

Renedo y Miguel Delibes han sido dos grandes amigos. La cercanía a Valladolid le ha dado siempre a este pueblo una ventaja considerable con respecto a otros mucho más alejados de la capital. Tener Renedo a mano les hizo a los Delibes acercarse al pueblo, por ejemplo, a pescar cangrejos, como refleja la cita del escritor.

Renedo de Esgueva
Mientras permanecíamos en Valladolid solíamos ir a la Esgueva, bien a Renedo (…) La Esgueva fue un río pródigo en cangrejo de pata blanca (…) Lo malo de la Esgueva, como de casi todos los ríos y arroyos de la llanura, era que sus aguas bajaban turbias a causa de la erosión y entre esto y que la pesca del cangrejo era crepuscular tirando a nocturna, no se veía lo que se pescaba hasta que el retel afloraba y uno le alumbraba con la linterna. (Mi vida al aire libre)

Esta vez no voy a contar yo el viaje de mi tío Alfredo por Renedo. Esta vez me llevé a su casa la grabadora y no haré más que transcribir la conversación. Omito solamente mis breves respuestas a sus comentarios y la frase de mi ti Isidora (la mujer de Alfredo) cuando, ya cerca de las 2, voceó desde la cocina: “Alfredo, ya están las sopas”. Sopas de ajo, por supuesto, que Alfredo Recio e Isidora Esteban son gente de bien.


“Vaya viaje, Jorge. Encima pillé uno de los buenos días de marzo que hemos tenido. Pero… ¡coge más mejillones, hombre!. Estaba Renedo desconocido. ¿No ves que hace más de 20 años que no pisaba por allí? Nos acercamos hasta el Valle este de los Sentidos que me decías. No me extraña que tus hijos quieran repetir cada vez que les llevas a Castrillo en verano. Son 15 minutos de coche hasta Renedo y si luego les tienes allí toda la mañana…


Vi cuatro autocares en el aparcamiento y desde la carretera se notaba todo el griterío de la chavalería. Yo recuerdo que aquello antes era un cuartel. Daniel, el que fue alcalde de Castrillo, hizo allí la mili. Yo entonces, digo, en los años 50 y muchos, ya estaba en Madrid, en la RENFE, y tenía el despacho justo debajo del reloj de Príncipe Pío, de la fachada que ahora han restaurado. Fíjate, lo que ha cambiado Renedo desde entonces. Aparcamos el coche un poco antes de lo del Valle de los Sentidos, justo donde han puesto la D, junto a la carretera.


Un despacho de pan como Dios manda. Compramos unas rosquillas, que sabes que a tu tía le encantan. Y luego dimos una vuelta por las calles del pueblo, por lo que era el pueblo pueblo. En el próximo viaje me llevo a Isidora y que nos prepare lo que nos hacía hace años cuando nos íbamos en tren con los chicos hasta Valladolid: unas tortillas con pimientos, filetes empanados y fruta del tiempo. Aunque ahora en los trenes la gente es muy señorita y no sacan las tarteras para comer… Cerca de la iglesia nos sentamos entre sol y sombra a leer en un papel que llevaba apuntado los dos textos de Delibes que valen para las otras dos rutas. Uno es de Aventuras, venturas y desventuras de un cazador a rabo:


O bien, la emocionante escena que viví en los páramos inmensos de Renedo de Esgueva en 1954. La irrupción de una picaza en la pestaña de la ladera me indujo a ocultarme tras un majano próximo (nunca sentí la menor simpatía por los córvidos), pero mi asombro se transformó en perplejidad al ver aparecer tras la marica la soberbia cabeza de un raposo macho.

¿Te das cuenta de las cosas que le pasaban a Delibes? Que son las que nos han pasado a todos. Vamos, esa en concreto no. Pero habiéndome vivido los primeros 25 años de vida en el pueblo, te podría contar y no acabar. Y luego dice de las picazas… Si antes había la mitad de la mitad. Renedo las tiene como las tienen ahora todos los pueblos. Es tremendo. Y aquí en El último coto, que es el libro de la 4ª ruta, cuenta esto en el año 90:


Ayer, cuando mi hermano Manolo y yo subíamos en automóvil el repecho de Renedo de Esgueva, una perdiz volada en la ladera se lanzó como un proyectil sobre el parabrisas del coche, lo que me obligó a frenar, circunstancia que me permitió descubrir el motivo de su pánico; tras ella, volando en picado, se precipitaba un halcón que, al toparse con el bocinazo con el que le obsequié, renunció a la captura, dibujó una airosa V sobre el suelo y, en gallarda finta, regresó a su cuartel de caza en el páramo.

El año 90 es, como quien dice, ayer mismo, pero el repecho ese del que habla ha desaparecido. Tú sabes cuál es. Según vienes de Valladolid camino del Valle del Jaramiel, pasas Renedo y tienes que subir al páramo primero… pues ¡ahí! En esa subida al páramo. Había antes allí unas curvas (que tú habrás subido con la bici cuando estabas soltero) que ahora quedan a la izquierda de la nueva carretera. Casi una recta es lo que tienen ahora. Que si la bajas y no pisas el freno, se te lanza el coche… Debe de quedar poco para comer.


Ruta de Delibes

Voy acabando. Mira, este es uno de los folletos de las Rutas de Delibes, ¿ves? Aquí aparece Renedo. Y también en este otro y en este otro. Que Renedo es uno de los pueblos principales de las rutas. ¡En tres distintas aparece! Lo que no viene aquí es lo que he visto en la web de Diputación: el pájaro, la planta y la palabra rural que ponen para cada pueblo de estos. En Renedo han colocado la graja, la espadaña y las asperezas. Tú sabes de sobra lo que son las asperezas. Vamos, más hablábamos de cuatro asperezas, la friura que a veces viene en invierno y que aquí en Renedo les suele llegar de Valladolid. Pocas veces el viento sopla del otro lado.  Asperezas o asperuras, que también las llamábamos.


¡Ojo! Que a Renedo lo cita el señor Delibes ya en el prólogo de Diario de un cazador, que es un libro de los años 50. Si es que está a un tiro de piedra de Valladolid. Así conoció Delibes el pueblo y sus páramos desde pequeño… He leído en Delibes que, para él, citar el cazadero de Renedo es evocar su juventud. Ala, vamos a comer que se nos van a enfriar las sopas”.


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