Su enclave inmerso en la ribera de río Sequillo, su historia construida especialmente en los tiempos de enfrentamiento entre los Reinos de León y Castilla y su valioso patrimonio y tradiciones conforman un pueblo muy completo. En Tordehumos, hoy todavía se pueden contemplar los vestigios de un pasado grandioso, y sus numerosos monumentos -para un pueblo de menos de quinientos habitantes- son muestra de ello.
Se especula que el nombre de Tordehumos, proviene de “Torre de los Humos”, que hace referencia a las prácticas de la Edad Media, cuando se realizaban señales de humo para alertar a la población ante un inminente ataque. La antigua figura de la villa estaba envuelta en murallas que partían desde el castillo asegurando todo el pueblo. Debido a su carácter fronterizo entre el Reino de León y Castilla, como a muchos otros pueblos de los Montes Torozos –Urueña, Tiedra, Torrelobatón…- se dotó a Tordehumos de un castillo en el siglo XII, construido en lo alto del cerro cercano, ofreciendo unas amplia panorámica de Tierra de Campos. Hoy, solo son visibles los restos de los muros exteriores.
En el mismo siglo XII, se firmó en esta villa el conocido como “Tratado de Tordehumos” que suponía el fin a las continuadas disputas fronterizas entre los monarcas Alfonso VIII de Castilla y Alfonso IX de León. Este tratado significó, junto con la posterior unión entre el monarca leonés y la hija del castellano, la definitiva unión entre el reino de Castilla y de León, bajo el reinado de Fernando III “El Santo” en 1230.
En su mejores momentos, el pueblo llegó a contar con seis iglesias. En la actualidad, son tres las iglesias que se mantienen en pie, aunque son solo dos las que se mantienen abiertas al culto, la Iglesia de Santa María la Sagrada, del s.XVI, y la Iglesia de Santiago, también del XVI, ambas pobres en su exterior, con portadas y arquitectura simples, pero ricas en su interior. La Iglesia de Santa María, con un magnífico retablo renacentista, de gran valor escultórico, pero sobretodo pictórico con escenas de la Anunciación o la Natividad, y una talla de la Inmaculada del taller de Gregorio Fernández. La Iglesia de Santiago, de influencia mudéjar, con un pulpito, artesonado y coro tallados en madera, alberga un retablo de principios del siglo XVII que apunta a los Maestro de Toro como posibles autores. A las afueras de la villa se encuentra la Ermita del Santo Cristo de la Vega, un edificio barroco que alberga un arco mozárabe del siglo X.
No obstante, uno de los mayores atractivos de Tordehumos es su castillo, declarado Bien de Interés Cultural, que desde lo alto del pequeño monte domina la localidad con sus desgarrados y paupérrimos muros que aún se mantienen en pie.
En toda la extensión de la cima del cerro, solo quedan piedras desperdigadas, tres carteles turísticos ilegibles y dos mástiles, uno desocupado, y otro con una deteriorada bandera de esa Castilla y esa León que hace tanto tiempo, en este pueblo, se unieron.
El resto del atractivo del pueblo lo conforman sus calles, con algunas casas blasonadas, unas plazas abiertas y bien decoradas, y una caminata al castillo muy bien lograda, que hace que la ligera subida al cerro, se camine sin apenas esfuerzo. También es obligado mencionar, el Mercado Artesanal que se celebra el tercer domingo de agosto, destacado en el calendario turístico provincial, que acicala a Tordehumos con ese aire medieval que tanto gusta.
Una bandera deshilachada ondea en el cielo de Tordehumos. Los castillos y los leones en el pasado fueron más que mera decoración y protocolo, significaban una historia y una cultura orgullosa. En Tordehumos se cuenta una historia de un tratado que antaño significó la construcción de una nación; su símbolo hoy ondea destrozado, solitario y deshonrado. Esto es Tordehumos, un pueblo hermoso y completo, con una historia significativa y un patrimonio envidiable, pero con una bandera en lo alto que parece contradecirlo todo. ¿Qué ha pasado desde que estos dos reinos se unieron hasta ahora? ¿En qué momento la bandera se perdió bailando en los vientos?
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