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  • Foto del escritorJorge Urdiales

El tío Alfredo, de ruta con Delibes: Viana de Cega

Esperaba yo que mi tío Alfredo saliese antes de su Madrid contaminado a recorrer las rutas vallisoletanas de Miguel Delibes. Pero ha enganchado un catarro con otro. Por fin en mayo visitó Simancas y, ahora, en junio, Viana de Cega.



Ya hace buen tiempo y estos viajes se le hacen agradables a Alfredo. El recorrido Madrid-Viana lo hizo con su nieta Clara, que tenía un día libre en el trabajo. Al llegar al pueblo compraron pan lechuguino en una tienda que se llama “Amigo Bicho”, que vende de todo. Es una de esas tiendas de pueblo que en pocos metros cuadrados acumula lo que El Corte Inglés en varias plantas. Ríete tú de las tiendas de los chinos.


Me cuenta Alfredo que el pan lechuguino aparece en Castilla habla y Diario de un jubilado y que por eso pidió este pan, que es el pan de cuatro canteros. “Como si fuese el pan candeal, pero más aplastado”, me cuenta Alfredo la tarde que nos vemos para preparar este artículo.


En las Rutas de Delibes, Viana de Cega aparece en la 3ª, la que se basa en Mi vida al aire libre y el texto dice así:

(…) la primera preocupación de los hermanos cada vez que cambiábamos de lugar de veraneo era buscar un río y el acceso adecuado para zambullirnos. (…) Así recuerdo con cariño, como habituales lugares de baño, la Cascajera de la Tía Pedorra, en Boecillo; la confluencia del Duero y del Cega, en Viana (…)

Después de comprar el pan lechuguino y de meterlo en la mochila de Clara, Alfredo preguntó al tendero por las confluencias de los ríos Duero y Cega (como indica el texto). Y el tendero le dijo que no se podía llegar en coche, que ese punto estaba dentro de una finca particular. El tendero sacó su ipad y le mostró a Alfredo un mapa de google para que hiciera cargo.


De la tienda a la iglesia apenas hay 50 metros. Iglesia moderna, lejos de las que nos tiene acostumbrados a ver Castilla. Viana, que es pueblo grande, tiene también, por ejemplo, peluquería (que se llama “Chelo”). Y este no es un dato menor. La magnitud de estos pueblos se mide por este tipo de tiendas. Si no tienes ni tienda de ultramarinos… te quedan pocas décadas de vida con gente que te habite (salvo que cambie el aire de la economía y de los movimientos demográficos). Pero si tienes peluquería da a entender que eres un referente en la comarca.


Como el sol se acuesta ya tarde en junio, Clara y Alfredo se fueron al río Cega y Alfredo le contó a Clara curiosidades del libro en el que se nombra a Viana. Mi vida al aire libre es, quizá, el libro más simpático del escritor. Recopila unas cuantas guasadas y curiosidades.


Plaza Mayor. Foto: Ayuntamiento Viana de Cega.

Sentados junto al río, mi tío Alfredo empezó a contarle a su nieta Clara estas historias con el mismo tono y el mismo amor como cuando ella era pequeña. Clara se sentía transportada 25 años atrás en el tiempo. A la tarde le quedaba todavía un recorrido y el viento se levantó suavemente. Entonces Alfredo le contó a Clara que Delibes aprendió a montar en bicicleta por el Campo Grande. Que su padre le dijo que no mirase a la rueda, que mirase al frente.


Y Delibes dio vueltas por el parque sin caerse. Su padre se fue a casa viéndole más o menos seguro. Delibes siguió dando vueltas y ya se le hizo tarde, pero no sabía cómo parar. Cierto es que su padre le había dicho: “Para parar, deja de dar pedales y cuando la bici pierda fuerza y se incline sobre un lado, pon el pie en el suelo”. Pero una cosa es el dicho y otra el hecho. Así que al niño Delibes se le ocurrió estamparse contra un seto con tal de no caerse de bruces contra el suelo.


Antes de que cerrara la tienda “Amigo Bicho”, Alfredo y Clara compraron algo de fruta y unas rosquillas (de las tontas) para el camino de vuelta. Conducía Clara y mi tío Alfredo le siguió contando del libro de Delibes. Hace mucho tiempo que Clara no disfrutaba tanto de su abuelo. ¡Quién lo tuviera a mano!

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