Es uno de los pueblos situado a mayor distancia de la capital, a 73 kilómetros, en el extremo suroccidental de la provincia. Este pueblo es muy antiguo, de ahí el apellido de su nombre, y su nombre proviene de la cantidad de fresnos en la orilla del río Trabancos que cruza el municipio.
1. Fresno el Viejo fue cabeza de Encomienda de la Orden de San Juan. La huella de un patrono tan poderoso ha quedado patente, tanto en las proporciones de la fábrica de la iglesia, como en la advocación de la misma a San Juan Bautista. Así como en las referencias a un castillo ya desaparecido o en la existencia del Palacio de los Comendadores. Cabe destacar, que es parte de un gran patrimonio que desapareció en 1847 durante el proceso de desamortización de Mendizábal.
2. A mediados del siglo XX, se produjo una decadencia y abandono de muchas poblaciones. No ha sido el caso de Fresno ya que la villa se consolidó desde sus orígenes como un punto estrategio ubicado en la calzada que comunica Salamanca con Medina de Campo, calzada señalada por la Mesta como cañada real ganadera.
3. La destacada actividad comercial que se desarrollaba en Medina, experimenta un importante auge desde época de los Reyes Católicos. De tal manera, repercute en la ciudad el pulso del mercado y de la economía europeas.
4. En Fresno se desarrollaron diversas profesiones al servicio de mercaderes, viajeros y pastores trashumantes. Estos últimos tenían de descansadero para sus rebaños la propia Plaza de la villa. Es probable que este tráfico de gentes y mercancías supusiera para Fresno el Viejo la garantía para fijar una población que no dependiera exclusivamente de la explotación agrícola de la Encomienda y, por tanto, de la voluntad del Comendador.
5. La gastronomía típica de la zona ha permanecido en platos como la caldereta de lechazo, “la tranca”, un suculento plato a base de bacalao y dulces típicos como los bollos de aceite.