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  • Foto del escritorPilar Martínez

Cuando atardece en Castilla

En mi última etapa estudiantil  tuve una profesora de literatura enamorada verdaderamente de la tierra castellana. A través de Antonio Machado y su “Campos de Castilla”  recuerdo que nos intentó trasmitir e ilustrar su pasión. Eran  por aquellos días unas magistrales  lecciones poéticas donde el paisaje de Castilla era el protagonista y con él, ese sol que daba doradas tonalidades al campo.


Atardecer en Cigales
Atardecer en Cigales

Pero lo que más recuerdo era el énfasis que ponía mi profesora cuando,  acabadas las lecciones sobre la poesía de Antonio Machado, nos decía : no hay cielo tan intensamente azul y atardeceres más hermosos que los de Castilla. Por aquellos días no alcanzaba a comprender plenamente tal afirmación,  era cierto que el cielo cuando estaba totalmente despejado de nubes me parecía precioso y los atardeceres igualmente me gustaban  con esos matices a veces anaranjados, rosados… pero mi observación no iba más allá.


Con el tiempo y a medida que te vas haciendo mayor, todas aquellas experiencias que acumulas van adquiriendo verdaderamente su valor porque las aprecias desde las sensaciones que te han producido, algunas desde la belleza, otras a partir de tu sensibilidad y otras porque las sientes como tuyas. Aquella apreciación de mi profesora de literatura he tenido ocasión de corroborarla muchas veces, y aunque existen muchos lugares en este ancho mundo en el que disfrutar la belleza de un atardecer, para mí existe un lugar en el que Castilla atardece siempre diferente pero de un modo tan singular como especial.


Atardecer en Cuéllar
Atardecer en Cuéllar

Siempre que quiero vivir el ocaso del día y sentir la fuerza de mi Castillla, la tierra a la cual pertenezco sin desmerecer a  ninguna otra,  acudo a Urueña , me encaramo en su muralla y espero con tranquilidad a que se obre el mágico momento. Sientes que estás en una atalaya alzada  en medio de una enorme planicie que permite ver la lontananza inmensa, sembrada de cereal casi toda ella pero salpicada de arboledas que a tus ojos son como pequeñas motas en la lejanía.


Pero quizá lo más maravilloso de este lugar es la conjugación que el mismo sol provoca  entre el cielo, la tierra y la piedra. La muralla de piedra gris, se tiñe del color del cielo. Tonalidades  difusas que van desde  el gris azulado, al amarillo o tonos ocres, pasando por el naranja pastel, siendo en verano aún mucho más abierto a los sentidos pues al tacto de la piedra enseguida tu piel percibe una agradable calidez que te trasmite incluso calma, la misma tal vez que reina en el lugar. Y qué decir de la tierra,  de los campos cambiando de color a medida que una sombra alargada e inmensa va oscureciéndolo todo.  Terminas viendo ante ti un paisaje difuminado donde cielo y tierra se han fundido en el horizonte y en el que se va disipando lentamente la senda del sol.


Atardecer en Urueña

El regalo que ofrece cada día el sol cuando atardece en Urueña,  es la estampa viva de los atardeceres en Castilla, pero sé que desde esa muralla alta y regía no es el único lugar desde el cual contemplar tan revelador espectáculo de la naturaleza y por ende del propio acontecer de la vida; es el mío, simplemente,  pero en tú pueblo, asomado desde alguna ventana, o desde alguna arboleda o cerro,  seguro que tú también has visto cómo atardece en Castilla y te has embriagado con su belleza serena. Pero si aún no te has detenido a percibir con intensidad su mágico regalo, te invito a que lo descubras. Verás  y comprobarás que hay una razón más para estar enamorado de tu pueblo y de tu tierra, igual o más de lo que lo estoy yo, y antes que yo, mi recordada profesora de literatura..


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