Villalar de los Comuneros es indudablemente el símbolo más representativo de la Castilla unida, de la Castilla orgullosa. También de la Castilla derrotada y abatida. Es el símbolo de un día que significó el final de una era y el principio de otra más dócil y apática. Fue un 23 de abril de 1521 cuando en Villalar se acabó casi definitivamente con la rebelión comunera y desde entonces Castilla no se ha vuelto a levantar.
Este emblemático pueblo, situado a unos 45 kilómetros de Valladolid y próximo a la Provincia de Zamora, no destaca por su monumentalidad, ni tampoco por su número de habitantes. Es un pueblo cincelado por la historia, emblemático por su trágico cometido en el devenir de las tierras castellanas. Salpicados sus campos y sus calles por la sangre comunera, Villalar es de los Comuneros y de sus descendientes, que no olvidaron tan funesto final, que no olvidaron a Padilla, ni a Bravo, ni a Maldonado, ni al pueblo llano que les siguió. Recordar tan noble gesta es de obligado cumplimiento, porque los comuneros no murieron en vano siempre que haya alguien que recuerde los porqués de su lucha.
La batalla de Villalar que ocurrió ese 23 de abril de 1521, no está escrita en mayúsculas dentro del libro de las grandes batallas de la historia de España, pero sí fue una de las batallas que más importancia tuvo para las tierras castellanas. Una batalla desigual con un injusto final para quienes deseaban una menor presión fiscal, así como unos fueros y unas libertades pioneras para la época.
“Igualdad en el pechar para el futuro queremos, que se den mejores tratos a los indios de este reino, que nada se dé a los jueces si bienes hay en un pleito y se libere a la reina de su vivir en encierro”
Unos comuneros que no querían rendirse ante un rey extranjero, Carlos I, que proveniente de Flandes se había autoproclamado rey de sus posesiones hispánicas en 1516, sin apenas dominar el idioma. El movimiento comunero que comenzó en Toledo y se extendió a otras muchas ciudades castellanas, debe su inicio al miedo de las élites castellanas a perder su poder, pero pronto se fue extendiendo al sector más popular, y este se adueñó de la rebelión con un mensaje claro: Tú, tierra de Castilla, muy desgraciada y maldita eres al sufrir que un tan noble reino como eres, sea gobernado por quienes no te tienen amor.
Obelisco de los Comuneros y la Iglesia de San Juan Bautista al fondo. Foto: EnPueblo
Carlos I venció en Villalar en el lugar conocido como el Puente del Fierro, a una tropas de las Comunidades en inferioridad y disgregas por la pérdida de apoyo de la nobleza, que sucumbió al bando imperialista por el miedo a una rebelión que se incrementaba con el apoyo del campesinado. La batalla que duró toda una tarde en un lluvioso día de abril, acabó con las cabezas de los líderes comuneros, Padilla, Bravo y Maldonado, clavadas en una picota en la Plaza de Villalar como escarmiento para los sublevados.
En ese mismo lugar donde los dirigentes comuneros fueron ejecutados, hoy se levanta el monumento más representativo de Villalar y de los Comuneros. Un obelisco en la memoria de quienes perecieron aquel día, lugar en el que cada año acuden altos dirigentes políticos de la comunidad castellano-leonesa para ofrecer flores en su memoria. Además, otro obelisco se levanta en el Puente del Fierro, en el campo de batalla.
Es en esta histórica plaza de Villalar donde se concentran los edificios más destacados de la villa comunera. Una torre de reloj y antiguo campanario restaurado del siglo XIII, y en frente la Iglesia dedicada a San Juan Bautista, del siglo XVI con un órgano barroco en su interior, además de un Cristo de factura románica-bizantina. La otra Iglesia de Villalar, también del siglo XVI es la de Santa María, situada en una de las calles que sale de la plaza y que en la actualidad desempeña la función de Casa Cultura.
Villalar de los Comuneros es el protagonista del Canto de Esperanza, considerado como el Himno Oficioso de Castilla. El Canto está basado en un poema de Los comuneros, escrito por el poeta berciano Luis López Álvarez en 1972. A partir de 1976 se se popularizó el himno, al añadir el grupo musical Nuevo Mester de Juglaría música folclórica a los versos del poema.
Hoy, Villalar es un pueblo pequeño que sin la rúbrica comunera habría pasado desapercibido como muchos otros lugares; es el vivo escenario del sentimiento castellano, con calles repletas de simbolismo, decoradas con pinturas y frases que rememoran tan amarga batalla. El nombre de Villalar está dibujado con tinta indeleble en los corazones de los buenos castellanos, no por la derrota que asumimos nuestra sino por ser Villalar el principio de una historia de lenta agonía.
Es el castillo sobre fondo púrpura la bandera protagonista, y el Canto de Esperanza el sonido que murmura el viento. Lo curioso de todo esto, es que cuando visitas Villalar un 23 de abril de cualquier año, parece que Castilla levanta de su letargo; la danza castellana y el sonido de la dulzaina vuelven a vivir días grandes, las banderas ondean con destreza y la historia devuelve la ilusión que nos impidió crecer como un pueblo orgulloso. En Villalar late la esperanza para una Castilla dormida, pero es un día de vida contra otros muchos de profundo sueño.
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