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  • Foto del escritorDaniel González

Curiel de Duero, un faro en el mar de la Ribera

Otro más. De nuevo un pueblo dotado de gran hermosura, desconocido y retirado del adulterado ruido. Uno de esos pequeños pueblos, que por serlo, demuestran su valor no por el número de habitantes, ni por su frenética actividad o sus buenas conexiones por carretera, sino por la sutileza  de las pinceladas castellanas de su retrato, que hacen de Curiel, una humilde joya que no reluce como se merece.



Quizá sea en lo alto del Castillo de Peñafiel, donde divisarás en la cumbre de un cerro lejano, un castillo resultón; o pedaleando por la Ruta del Duero, cuando te pares a disfrutar un momento del paisaje y encuentres una señal que por inercia te lleve hasta las puertas de esta localidad. Porque Curiel posee como una especie de luz tenue y atractiva que como polillas nos arrastra hacia sus pies.


Ubicado en la comarca del Duero y Tierra de Peñafiel, Curiel está inmerso en el conocido Valle del Cuco, un lugar único en la provincia que destaca por sus verdes y estrechos parajes bañados por numerosos arroyos, entre ellos el Arroyo del Cuco que le da nombre.



Además se encuentra en uno de los corazones de la D.O. Ribera de Duero que le dota de un paisaje de bodegas e infinitas hileras de viñedos y que conforman un conjunto paisajístico envidiable para cualquier localidad vallisoletana.


El pueblo goza de dos distinciones. Curiel es el pueblo de España con más castillos  por número de habitantes, y uno de ellos es considerado como el más antiguo de toda la provincia de Valladolid. Por tanto, no es su esplendoroso patrimonio el que más reluce, sino sus logros, que aunque puedan parecer insignificantes, suman a su gran valor.


Palacio-Fortaleza de los Zúñiga
Palacio-Fortaleza de los Zúñiga

Su patrimonio sorprende nada más llegar con el Castillo-Fortaleza de Doña Berenguela del siglo X, situado en lo alto de un promontorio. Conserva parte de la torre del homenaje, así como las paredes que rodean la fortaleza.


Castillo-Fortaleza de Doña Berenguela de Curiel de Duero
Castillo-Fortaleza de Doña Berenguela

En la actualidad, el castillo hace la función de Hotel-Posada Real, un lugar idóneo para aislarse y disfrutar de su privilegiada ubicación, que le dota de unas vistas panorámicas del Valle del Duero en todo su esplendor


Cuenta una leyenda que había un gigante que ponía un pie en el castillo de Curiel y otro en el de Peñafiel y bebía agua del Duero, y existe además un dicho popular que dice “Buen castillo tendría Peñafiel, si no tuviera a la vista el de Curiel”.


Vista del Castillo de Peñafiel desde Curiel de Duero
Vista del Castillo de Peñafiel desde Curiel de Duero

Este castillo-palacio como muchos otros monumentos regionales no disfrutan precisamente de un final feliz. Su decaída comienza  en 1920, cuando fue arrancado y vendido todo aquello que tuviera cierto valor artístico. El castillo gozaba de una planta cuadrangular, grandes torreones en las esquinas y un patio central porticado.


Entre sus muchas joyas expoliadas están las yeserías toledanas y los artesonados y armaduras de la cubierta, cuyos restos se encuentras dispersos por la geografía del mundo: algunos se pueden ver en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid; otros en una finca particular de Torrelodones, donde se montó el patio del castillo; en el Alcázar de Segovia se instaló un artesonado, y otro se localiza en California.


Iglesia de Curiel de Duero

En cuanto a su patrimonio religioso destacan, la Iglesia gótico-mudéjar de Santa María, levantada en el siglo XII, y la Iglesia románica de San Martín, también del siglo XII, templo que hoy es propiedad particular y que ha sido convertido en bodega.


Asimismo son dignos de mención el Rollo Jurisdiccional del siglo XVI situado a la entrada del pueblo, y la Puerta de la Magdalena, única puerta de las cuatro que existían, que se conserva de la desaparecida muralla del siglo XII que rodeaba la localidad.


Curiel de Duero son sus calles, callejones, plazuelas, caños e incólumes caseríos; su antiquísimo patrimonio castellano; su floreciente entorno de viñedos y arroyos; sus preciadas vistas y su pequeño tamaño. Es el inmerecido desconocimiento de su nombre el mensaje que Curiel nos quiere ofrecer. “No me conocéis y de eso me aprovecharé para deslumbraros”.



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