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  • Foto del escritorNoelia Tadeo

Entre pieles y cecina, Villarramiel

Pieles, cecina, fútbol y encierros son los elementos más típicos de este pueblo de Tierra de Campos. Cerca de la provincia de Valladolid y algo alejado de la capital palentina encontramos Villarramiel, un municipio entorno a los mil habitantes.



A mediados del siglo X, un noble alavés, Herramiel Álvarez, se convirtió en el dueño de una serie de tierras para ser repobladas, gracias a una concesión del rey Sancho I. En este terreno funda una villa que nombra “Villa Herramiel”. Más tarde pasaría a adoptar el nombre de Villarramiel.


Los Reyes Católicos concedieron a la villa el privilegio de poder examinar y otorgar el título de “maestro” de carda, peine y sastre, valido en todo el reino, debido a que se ha distinguido por su actividad de curtido.


El dos de febrero de 1776, el día de las Candelas, ocurría un hecho trágico para Villarramiel. La torre de piedra de la Iglesia de San Miguel se desplomaba sobre los fieles que se encontraban en su interior. Más de cien vecinos perdieron la vida. El edificio data del siglo XVI, pero tras el derrumbamiento tuvo que ser reconstruido casi en su totalidad. El estilo es neoclásico con tres naves pilares y bóvedas de arista. Se conserva la fachada original, conocida como la “Cantería” y de estilo renacentista.


Otros edificios religiosos son la Iglesia de Santa María, también del siglo XVI, y la ermita de las Angustias, del siglo XVII. En primer lugar, la iglesia de Santa María muestra un claro mestizaje entre varios estilos arquitectónicos. La base del templo es gótica, posee una torre mudéjar asentada sobre muros de piedra, su portada es renacentistas y alberga un retablo barroco en su interior. Según los expertos, la ubicación de la iglesia se situaba en su día en la antigua judería.


En segundo lugar, nos encontramos con la ermita de estilo barroco y dedicada a Nuestra Señora de las Angustias, muy venerada en el pueblo. Destacan en su interior dos retablos de estilo rococó del siglo XVIII y otro de estilo salomónico.


Uno de los iconos de las tierras castellanas es el palomar. Se trata de construcciones de adobe y tapial destinadas al almacenamiento de palomas. En las proximidades a Villarramiel se pueden observar dieciséis palomares en diferentes estados de conservación. Además, parte de su término municipal está integrado dentro de la Zona de especial protección para las aves, denominada La Nava y que pertenece a la Red Natura 2000.


Foto: El Norte de Castilla

La residencia de ancianos conformaba en su día el Hospital Doña Blasa. Es, junto con otras posesiones del pueblo, un conjunto de casas notables, que representan el esplendor de la burguesía de finales del siglo XIX y principios del XX.


Como es de rigor en la tierra palentina, las celebraciones de los pueblos son eventos destacados. Desde el año 1990, las fiestas de San Bartolomé han sido declaradas de Interés Turístico Regional. Se celebran en torno al día del patrón del pueblo, el 24 de agosto. En ellas destacan los encierros de reses bravas. A las ocho de la mañana se conocen con el nombre de encierrillos, pero los encierros como tal son a partir de las siete de la tarde por un recorrido que pone su fin en la plaza del pueblo.


A mediados de agosto se celebra una fiesta de artesanía y productos de la tierra, que a su vez coincide con un mercado castellano. En esta fiesta, convergen diversos comerciantes y destaca el éxito de los productos típicos de la villa, la cecina y las pieles. Además, se completa con actuaciones de música castellana y la degustación de la “tobera”, una caldereta de carne de caballo.


En la Romería de las Angustias, el tercer fin de semana de septiembre, una familia de pellejeros cobra el papel de “mayordomo de la Romería” para encargarse de toda la celebración. Como es habitual, con las lluvias de abril aparecen los caracoles, por lo que en Villarramiel, el 25 de abril se celebran sus “meriendas de San Marcos”, un culto culinario a los caracoles.



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